jueves, 26 de agosto de 2010

RADIOHEAD, COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ. (PRIMERA PARTE)

RADIOHEAD,
COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ.
UNA CRÓNICA PENDIENTE SOBRE AQUEL CONCIERTO.



Lunes 16 de marzo de 2009.

Ahí estaba yo, abordando un avión bajo un cielo aún en penumbras, despidiéndome sin ánimo de hacerlo nuevamente de la misma ciudad; para mi fortuna, el avión tardó lo suficiente en despegar para ver otra vez un vaporoso amanecer en aquella nada sutil Ciudad de México; cuando finalmente despegó, y los primeros rayos solares atravesaron la ventanilla, todo el cansancio de lo vivido el fin de semana se hizo presente; mis parpados se tornaron pesados, inútilmente luchaba por mantenerme despierto, y cuando entendí que nada podía hacer por evitar el sueño, me coloqué los lentes oscuros y me permití dormir, y el letargo trajo consigo la sensaciones del fin de semana, y en entre ensueño y conciencia lo volví a vivir todo como si fuera la primera vez.

Viernes 13 de marzo de 2009.

No recuerdo el tiempo exacto que mi amigo Abraham tenía viviendo en la Ciudad de México, pero para mí era demasiado; al bajar del avión, él ya me esperaba en la moderna terminal dos del Aeropuerto Internación Benito Juárez; abordamos un taxi que recorrió calles oscuras y serpenteantes, laberínticas y caóticas, mientras nos poníamos al corriente de noticias; aquel fin de semana representaba para mi un escape, una forma de dejar atrás la tristeza, el inició de año me estaba resultando difícil, por aquel momento experimentaba situaciones verdaderamente difíciles en el campo laboral; enero y febrero habían sido depresivos, oscuros e hirientes, todo apuntaba a que sería un mal año, pero me había propuesto olvidar todo, borrar de mi rostro cualquier dejo de tristeza y aniquilar cualquier preocupación.

El viernes comenzó oficialmente en la Condesa, con una cena en un pequeño bistró de los tantos que abundan en la zona, concluida ésta, Abraham y yo recorrimos la colonia, nos perdimos entre la multitud, nos bañamos con el ruido y los aromas que inundaban el ambiente; tras varias cuadras recorridas, optamos por ir al Black Horse, un pequeño bar en el que permanecimos hasta que nos encontró la madrugada. Yo tomé vodka, él prefirió el whisky, pero fue la música y la gente la que nos embriagó; pese al sofocante calor que se experimentaba en el sitio, el bar me gustó mucho, aún y cuando según Abraham sus mejores tiempos ya habían pasado, pero, qué lugar puede ser fresco y novedoso en una ciudad donde cada día surge algo nuevo y pretencioso.

Como es costumbre, Abraham y yo hablamos de un sinfín de temas, y aunque en ocasiones, al ir y venir de los diálogos, a veces coincidimos en opiniones, generalmente diferimos en nuestros puntos de vista, lo que nos lleva a protagonizar encarnizadas luchas por defender nuestras perspectivas, pero al final guardamos silencio, cambiamos de tema y volvemos a ser amigos. En algún punto de la noche recordamos a José Juan y a Miriam, y hablamos de ellos, recordamos la manera en que los cuatro nos habíamos conocido, remembramos aquel plan trazado en el pasado y cuya realización, que había dejado de ser incierta hacía muchos meses atrás, estaba a punto de ejecutarse: los cuatro iríamos juntos a ver nuestro primer concierto de RADIOHEAD; mientras recordábamos eso, “Obstacle 1” de Interpol comenzó a sonar a petición mía pues minutos antes le había solicitado al DJ que pusiera algo de ellos, cosa que no creí posible, ya que la encantadora respuesta de ese chico rubio con mejillas tostadas por el sol, fue: “…esta noche no es posible, ‘tenes’ que ser feliz con lo que te doy, todos discos estar desordenados…”, palabras estas recitadas en un español que lo delataban como extranjero y acompañadas por una vaga mirada de entre apenado y “pasado”, sin embargo, terminó poniendo la rola para mi beneplácito y satisfacción, ganándose con ello mi simpatía.

Abandonamos el Black Horse muy tarde, ya casi nada estaba abierto, pero de camino al departamento de Abraham hicimos una última parada en un diminuto bar, bastante “mono”, donde ambos nos conformamos con el último par de cervezas; ya había muy poca gente en el lugar, salvo una parejita que derrochaban cariño y un grupo bastante peculiar acomodado frente a la mesa que mi amigo y yo ocupamos; extrañamente algo del grupo en comento llamó mi atención, de principio no lo supe entender, no fue el hecho de que festejaran el cumpleaños de uno de ellos, que fueran cinco tipos y una chava, ni que todos (salvo la chica) fueran gays, no, lo que me cautivó de aquel grupo de amigos fue la manera en que compartían y denotaban su cariño, sin inhibiciones, sin malas intenciones, sólo abrazos, alguno que otro beso en la frente o la mejilla, miradas de complicidad y palabras prorrumpidas tiernamente, como si fueran hermanos, como si fueran de la misma familia, una familia.

Bastante tomados, Abraham y yo dejamos el bar con la plena necesidad de llegar a nuestras camas; caminamos por las oscuras y ahora silenciosas calles de la Condesa hasta llegar al departamento, donde una vez postrados en las camas cerramos los ojos para acortar el tiempo que nos separaba del tan anhelado lunes dieciséis de marzo.

Sábado 14 de marzo de 2009.

Tan pronto terminé la llamada y le informé a Abraham que JJ nos dejaba nuevamente plantados, caminamos apresuradamente a la entrada del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México, estábamos ahí para ver la exposición titulada “Zares, Maravillas de la Rusia Imperial”, la cual comprendía una serie de objetos pertenecientes a la colección del Museo del Emitage, de San Petesburgo.

Mientras que para la mayoría de los visitantes, recorrer la exposición a lo mucho les tomaba dos horas, a Abraham y a mí nos llevó cuatro, ni él ni yo estábamos dispuestos a deambular por las salas de la muestra contemplando sólo los objetos, nuestra intención desde el momento en que ingresamos al lugar fue apreciar cada pieza y cada crónica ahí exhibidas, aprender y comprender lo más posible la historia de un imperio, que a distancia, parece más glorioso de lo que en verdad fue.

Luego de abandonar la exposición, decidimos comer en algún restaurante de Polanco antes de reunirnos con Miriam, a quien veríamos mas tarde en la entrada del Museo de Antropología; a la hora convenida, Abraham y yo aguardamos la llegada de nuestra amiga en una de las tantas bancas situadas en la explanada del museo; como es ya clásico en ella, Miriam volvió a llegar tarde, pero la verdad, si acaso su demora llegó a molestarme, el tedio desapareció tan pronto nos abrazamos, nos dimos un beso y compartimos sonrisas; comenzamos a caminar por todo el Paseo de la Reforma mientras hablamos un poco de la exposición, y aunque duramos muchísimo tiempo paseando, a mi me pareció que se fue volando, la platica de los tres había acortado las distancias y el tiempo, de ahí que en un abrir y cerrar de ojos hubiéramos llegado al centro histórico de la ciudad; nuestra caminata nos condujo al Zócalo y de ahí a la Plaza de Santo Domingo, donde una “tocada” de ska estaba por concluir; caminamos nuevamente, y luego cruzamos frente al Centro Culturar España, donde se apreciaba un larga fila para ingresar a una fiesta que amenazaba no tener fin.

Volvimos a caminar mucho, a recorrer las calles del centro histórico, a cruzar el Zócalo y dejar a nuestras espaldas el Palacio Nacional; era ya muy tarde, Miriam se tenía que marchar, al día siguiente ella iría a ver Radiohead y nosotros la exposición de Lachapelle; la acompañamos a la estación más cercana del metro, nos abrazamos y nos despedimos de ella, prometimos vernos el lunes por la mañana para ir a comer los cuatro juntos: JJ, Abraham, Miriam y yo, y platicar y esperar el momento en que el concierto comenzara, pues así lo habíamos planeado cuando no éramos más que un montón de adolescentes.

domingo, 15 de agosto de 2010

GAGA O THE STROKES, ELIGIENDO ENTRE LOS MONSTRUOS DE N.Y. (PRIMERA CRÓNICA SOBRE LOLLAPALOOZA 2010)


GAGA O THE STROKES, ELIGIENDO ENTRE LOS MONSTRUOS DE N.Y. (PRIMERA CRÓNICA SOBRE EL LOLLAPALOOZA 2010)


La música es en mi vida lo que es la droga, el sexo, el alcohol o la comida para otras personas, es un vicio indispensable, un placer al que de vez en vez debo recurrir para poder aguantar la deprimente realidad de la época en que me ha tocado vivir.

Pero así como el drogadicto recurre a distintas sustancias para experimentar diversas sensaciones, en mi caso las sustancias fuertes que consumo para abstraerme de todo se llaman festivales de rock, y es que en verdad no hay experiencia más fuerte que la que se pueda vivir en un festival: la alucinación total, el calor, los cuerpos sudorosos, la energía que brota a cada instante, las bandas y artistas entregándose con toda intensidad, el alcohol, la yerba impregnando el ambiente, las muestras de amor honesto, el rock.

Ahora bien, en mi vida me he planteado distintas metas a cumplir, algunas más importantes que otras, más fáciles de llevar a cabo o más complicadas de realizar, más banales o más trascendentes, dependiendo del cristal con que se miren; una de esas metas es ir aunque sea una vez a los tres festivales de rock que considero los más importantes de mi generación: GLASTONBURY, LOLLAPALOOZA y COACHELLA, mi Santísima Trinidad de los festivales, las ligas mayores del rock, el circuito cúspide de los conciertos.

Hace una semana pude saciar –por un tiempo– mi vicio, yendo al icónico festival Lollapalooza, el favorito de la generación X durante los noventas, y de paso conocer la famosa “WINDY CITY”, la imponente ciudad de Chicago.

Obviamente Lollapalooza no representaba el primer festival ni el primer concierto masivo al que asistía, pero sí era el primero al que iría en el extranjero, el primero para cumplir una parte de mi meta y el primero al que iría completamente solo, además, el Lolla, como cualquier otro festival, traía consigo una serie de retos a vencer, el más difícil de todos: programar el horario.

Diversos son los factores que se deben tomar en cuenta para armar un horario de festival: conflictos en las filas para comprar alimentos o bebidas, el tiempo de espera para que comiencen los conciertos, la distancia entre un escenario y otro, el clima, la demás gente –que al igual que uno trata de acceder al mejor lugar para disfrutar de los conciertos–, y el más dramático de todos, que dos bandas o artistas que mueres por ver se presenten al mismo tiempo en los escenario más separados el uno del otro.

El horario que más trabajo me costó armar fue para el viernes seis de agosto, pues debía elegir entre ver a The Strokes en el Budweiser Stage, o a Lady Gaga en el escenario principal, el Parkways Foundation Stage; para muchos la decisión habría sido fácil, The Strokes por encima de la cantante de pop, e incluso para mi también lo habría sido hasta antes de deambular por las calles de Chicago, específicamente por la Halsted Street en la zona conocida como el Boystown.

Muchos días me llevó tomar una decisión, y es que aunque no me considero un fan de Lady Gaga, no puedo negar que me agradan muchas de sus canciones, las cuales siempre me evocaran buenos recuerdos –muchos vinculados a grandes fiestas–, especialmente por cuestiones personales y por mi relación con algunos amigos. La decisión finalmente la tomé el jueves cinco de agosto, mientras caminaba, como ya lo mencione, por Halsted Street, donde el ambiente y los comentarios que pude escuchar me contagiaron con el ánimo de ver a la Gaga, además, ví como una señal positiva extra para hacerlo, el encontrar en mi habitación de hotel, la revista “TIME OUT CHICAGO” de regalo, que en su portada muestra la imagen de los Strokes rasgada, y bajo ella, una foto de Lady Gaga acaparando el centro de atención.

Algunos amigos me han preguntado qué si no hice mal al haber preferido a LADY GAGA frente a la presentación de THE STROKES, la respuesta es sencilla: NO, definitivamente no; aunque por algún instante dude entre ambos artistas neoyorquinos, el concierto de Lady, dejando de lado el morbo de verla en el escenario, me parecía más interesante y sobretodo sabía que sería hasta cierto punto más memorable, creo que de una forma u otra aquella fue una presentación que traspasará las puertas del tiempo y se convertiría en otra de las anécdotas legendarias del festival Lollapalooza.

Para entender la importancia que atribuyo a la presentación del pasado viernes seis de agosto, es necesario poner en contexto lo siguiente:

En el dos mil siete, la misma Lady Gaga, pero con el cabello oscuro y completamente desconocida para las masas sedientas de escándalo y polémica, debutó en uno de los escenarios más pequeños del Lollapalooza, con una presentación bastante austera y frente a un reducido grupo de personas; su nombre pasó desapercibido en un lineup donde figuraban grandes “tiburones” del rock y grupos legendarios como Pearl Jam, Daft Punk, Iggy & The Stooges, Interpol, Yeah Yeah Yeahs, Snow Patrol o Amy Winehouse (la que bien podría ser su hermana gemela, pues los rasgos fisonómicos de ambas son similares).

La Lady Gaga del dos mil siete no era la misma que ahora cuestiona la fama, la que es objeto de criticas ásperas e icono de la moda por igual, la cantante de entonces no vestía de Alexander McQueen, no tenía avión privado y las drogas eran parte de su diario acontecer; pero a partir de aquella fecha, la Gaga experimentó uno de los ascensos más rápidos y polémicos a la cúspide de la popularidad que jamás se ha visto, tres años fueron suficientes para convertirse en la consentida de los charts a nivel mundial, desde entonces ha recibido gran parte los premios que la industria puede ofrecer (y los que le faltan), ha superado en ventas a cualquier otra cantante, e incluso es motivo de copia y modelo a seguir de todas las “disque grandes” princesas del pop; los mejores diseñadores de moda, incluso los más conservadores, crean extravagantes diseños con el deseo de que la diva decida lucirlos al menos una tarde domingo; la chica del dos mil siete nunca se imaginó que conocería al “monstruo de la fama” y de lo terrible que podía ser, un monstruo constituido de soledad, drogas, adulación vacía, criticas acidas y miradas desaprobatorias, un ser sórdido, violento y perverso de cuyo daño hasta el momento parece salir mejor librada que muchas de sus contemporáneas (ahí está por ejemplo el caso de la pobre de Amy Winehouse); sin embargo no todo ha sido miel sobre hojuelas, y como la propia cantante lo reconoció ese viernes, el camino para llegar al nivel en que ahora se encuentra no ha sido fácil, incluso su presentación en el Lolla de este año había representado una lucha complicada frente a los críticos que la señalaron y reprobaron su presencia en el festival, por eso, para ella estar ahí, en el Parkways del Lollapalooza, constituía un gran triunfo en su carrera, algo que jamás olvidaría; asimismo reconoció que aquello no habría sido posible sin el apoyo incondicional de sus fans, por eso su concierto en el Lollapalooza era un tributo para ellos y para la ciudad de Chicago, a la que señaló amar más que a cualquier otra, incluso, anteponiéndola a su natal N.Y.

Creo que todos los que optamos por verla ese viernes quedamos con un buen sabor de boca, muchos nos hicimos un poquito mas fans, y los que ya lo eran confirmaron su devoción por la estrambótica cantante, y cómo no hacerlo, si la mujer se comportó como toda una profesional más que como una diva, muchos fans y críticos se rendindieron a sus pies con la humildad y sencillez que mostró en el escenario; por principio se puede decir que a la Gaga se le salieron las lagrimas al ver como su sueño de estar en el escenario principal se hacia realidad y al apreciar la enorme cantidad de gente ahí reunida para disfrutar su concierto –la gente congregada en el Parkways Stage hacía imposible que el más diminuto alfiler cupiera–, y todo pese a que los puristas y los peores detractores se oponían a esta situación. Su concierto empezó de manera puntual, cantó en vivo, duro poco más de dos horas, nunca dejó de bailar e interpretar sus composiciones con toda intensidad, ni de mantener un dialogo directo con el público, al que, además de entregarse por completo, se mostró sin tapujos, tal cual ese, desnudando su alma y mostrándose tanto vulnerable como poderosa, llena de defectos como cualquier otro ser humano pero con las grandes virtudes de un gran músico.

En contraposición, THE STROKES -según lo que pude indagar y lo que leí los días siguientes- empezaron treinta minutos tarde, su concierto duro menos de lo previsto, una hora a lo mucho (y según lo que escuché, ni siquiera eso, aunque parte de la prensa y algunos fans que a capa y espada los defienden, señalen lo contrario), hubo una escasa o una nula interacción con el público, y peor aún, no mostraron nada nuevo, máxime que para una ausencia de varios años de los escenarios, estos Neoyorquinos estaban comprometidos a demostrar que aún pueden mantenerse vigentes en un mercado que ellos mismos revolucionaron y que ahora puede quedarles demasiado grande; ciertamente rockeron tan bien como siempre, pero tampoco se puede negar que tuvieron una actitud más “diva” que Lady Gaga; si bien no podría emitir una opinión con conocimiento de causa respecto a qué tan buena o mala fue la presentación de The Strokes, puedo decir que si hubo algo que llamó mucho mi atención, es que durante aquel fin de semana nadie habló de ellos, todos los comentarios giraron en torno a las presentaciones de Lady Gaga, Arcade Fire, Phoenix, Green Day, MGMT, The XX, Jimmy Cliff, The Black Keys o The New Pornographers, por mencionar algunos, pero en verdad no recuerdo haber escuchado a nadie hablar sobre el concierto de THE STROKES; creo que antes de que Strokes iniciara su presentación, debieron recordarles que ese era el FESTIVAL LOLLAPALOOZA, y no una simple fiesta de fin de semana.

El sábado siguiente a las presentaciones en comento, los diarios y los comentarios que corría por todo el downtown de Chicago coincidía de manera unánime: Lollapalooza tenía una nueva Reina, LADY GAGA.

Aunque no tengo porque justificarme, y ciertamente esta no es una explicación, creo que sí era importante defender la “trascendencia” del concierto de Lady Gaga frente a muchos críticos, especialmente frente aquellos que no estuvieron ahí y que no tienen idea de lo que se vivió el pasado viernes seis de agosto (como ocurrió con los locutores de RMX, una estación de radio que respeto mucho, pero que creo cometieron una equivocación al criticar a la gente que asistió al concierto de Gaga, como si ellos tuviera la verdad absoluta o el conocimiento supremo para señalar a los demás, cuando, obviamente, estos locutores no pueden emitir un comentario certero sobre un concierto en el cual no estuvieron presentes, pues ellos estuvieron viendo los pocos minutos que duraron Strokes); la verdad no me arrepiento para nada de haber visto a Lady Gaga, y mejor dejémoslo en esto: quien no haya tenido un BAD ROMANCE, que tirare la primera piedra.

sábado, 14 de agosto de 2010

LO QUE HA PASADO

LO QUE HA PASADO



Hay ciertas cosas que suelo hacer cuando me encuentro triste o nostálgico, cosas quizás muy trilladas o sencillas, pero que por lo general bastan para cambiar mi estado de animo de depresivo a medianamente “alegre”: una tarde de compras, un helado de vainilla, una buena canción de jazz, una noche de tragos con mis amigos, una charla con mis amigas o ver alguna de las películas de Sofía Coppola me suelen ser suficientes.

Otra cosa que me hace sentir mejor es escribir, y hoy me levante con esa necesidad, hace mucho, pero mucho que no lo hacía, el trabajo, los compromisos sociales, el cansancio, mi estado anímico y un largo etcétera de circunstancias para usar como pretexto, me han mantenido alejado de mis crónicas. Pero hoy me levanté algo nostálgico; hacía una semana estaba vacacionando en Chicago, deambulando por el Grant Park, mientras buscaba el mejor lugar para ver a los Grizzly Bear en el Lollapalooza.

Hace ya mas de un año que fui a ver a RADIOHEAD, mientras escribo, me retrotraigo a esta fecha porque es el punto de partida de un año especialmente intenso, agotador, divertido, pero también cargado de momentos sombríos; el último de mis post fue sobre el setlist de DEPECHE MODE, desde entonces he ido a un par de conciertos más, no a tantos como quisiera, por ejemplo, no pude ver a los Arctic Monkeys, Kashmir, Franz Ferdinand o Massiv Attack; pero en contraposición, pude ver a PHOENIX (dos veces), a los YEAH YEAH YEAHS, Babasonicos y Zoé (estas ultimas dos, dos veces también) y hace un par de días regrese del Lollapalooza, y ahora el “gusanito” del rock me cosquillea para incitarme a ir al Hellow Fest en Monterrey antes de marcharme en octubre al D.F. para ir al Corona Capital.

La tarde ha caído en plenitud mientras medito estas cosas, me detengo un poco y suspiro, veo el cielo nublado de Torreón, y de pronto anhelo volver a estar en Chicago, volver a caminar por sus calles, perderme entre la gente, sentarme en alguna banca del Millenium Park, cobijarme con la sombra de los rascacielos más que con la de los árboles, y abstraerme por completo de toda la realidad; es extraño, en un instante de la semana pasada, mientras el avión aterrizaba en el aeropuerto O’Here de Chicago, sentí que en este lugar encontraría el amor, pero obviamente, una semana no fue suficiente para hacerlo, sin embargo, algo en la hermosa ciudad de los vientos me devolvió un poco de la esperanza perdida, de las ganas de enamorarme, y cómo no hacerlo en una ciudad donde en cada calle uno puede escuchar jazz.

LA ROLA DEL MES

ROLA NÚMERO TREINTA - AGOSTO
MONSTER
Lady GaGa

Don't call me GaGa
I've never seen one like that before
Don't look at me like that
You amaze me

He ate my heart
He a-a-ate my heart
(You little monster)

He ate my heart
He a-a-ate my heart out
(You amaze me)

Look at him
Look at me
That boy is bad
And honestly
He's a wolf in disguise
But I can't stop staring in those evil eyes

I asked my girlfriend if she'd seen you round before
She mumbled something while we got down on the floor baby
We might've fucked not really sure, don't quite recall
But something tells me that I've seen him, yeah

That boy is a monster
M-M-M-Monster
That boy is a monster
M-M-M-Monster
That boy is a monster
Er-er-er-er

He ate my heart
(I love that girl)
He ate my heart
(Wanna talk to her, she's hot as hell)

He licked his lips
Said to me
Girl you look good enough to eat
Put his arms around me
Said "Boy now get your paws right off me"

I asked my girlfriend if she'd seen you round before
She mumbled something while we got down on the floor baby
We might've fucked not really sure, don't quite recall
But something tells me that I've seen him, yeah

That boy is a monster
M-M-M-Monster
That boy is a monster
M-M-M-Monster
That boy is a monster
Er-er-er-er

He ate my heart
(I love that girl)
He ate my heart
(Wanna talk to her, she's hot as hell)

He ate my heart
He ate my heart
Instead he's a monster in my bed

I wanna Just Dance
But he took me home instead
Uh oh! There was a monster in my bed
We french kissed on a subway train
He tore my clothes right off

He ate my heart then he ate my brain
Uh oh uh oh
(I love that girl)
(Wanna talk to her, she's hot as hell)

That boy is a monster
M-m-m-monster
(Could I love him?)

That boy is a monster
M-m-m-monster
(Could I love him?)

That boy is a monster
M-m-m-monster
(Could I love him?)

That boy is a monster
Er-er-er-er