
Una película que consigue ponerme de excelente humor siempre que la veo es
“The Devil
Wears Prada”, dirigida por
David Frankel, probablemente sea porque no es una película profunda y complicada, sino todo lo contrario, resulta un comedia fácilmente digerible, que si bien trasciende más allá de lo que se podría definir como una “película dominguera” para convertirse en una película entrañable, tampoco llega a considerarse una obra maestra o una renovación del genero.
Basada en la vendidísima novela de la norteamericana
Lauren Weisberger, el encanto de
“The Devil Wears Prada” radica en sus personajes protagónicos:
Andrea Sachs, interpretado por
Anne Hathaway, y
Miranda Priestly, magistralmente encarnado por
Meryl Streep, así como los personajes de soporte
Emily y
Nigel, interpretados por
Emily Blunt y
Stanley Tucci respectivamente.
Como espectador, el personaje con quien me resulta más fácil conectarme es Andrea, pues por principio es una chica normal que como muchos jóvenes de su edad se ve tratando de sobrevivir en el mundo de los adultos con un título universitario pero sin trabajo. Aunque con

mucho intelecto, la juventud y poca experiencia de Andy le brindan pocas oportunidades para salir adelante, pero de pronto aparece frente a sus narices el trabajo por el que millones de chicas en el mundo matarían: trabajar como asistente de
Miranda Priestly, la legendaria editora de la revista
“Runway”, la publicación de modas más importante del orbe; trabajar para ella durante un año le permitiría a Andrea obtener el trabajo de periodista que tanto ha deseado.
La historia comienza con la llegada de Andy a las imponentes oficinas de
Elias Clarke, compañía editorial de la que forma parte
“Runway”, para entrevistarse con Miranda, quien acaba de despedir a la última de una serie de asistentes que a sus ojos ha sido una más de una cadena de decepciones; si bien la entrevista resulta ser una completo desastre, Miranda decide contratarla, ya que aunque según ella Andy es una chica
“…desaliñada y gorda…” (cuando en realidad sea talla 6), su impresionante currículum y sus ganas de aprender la incitan a probar con una asistente distinta de las que generalmente contrata:
“chicas a la moda, delgadas, por su puesto, que veneran la revista… y estupidas”.
Sin embargo, Andy no sabe que, literalmente, su jefa es en realidad el mismísimo Satanás, claro, elegante y a la moda, pero de igual forma demoníaco. Miranda es una de esas villanas que terminas amando, no sólo por que es malvada, sino porque es inteligente, cada uno de sus actos esta regido por la razón y no por sus sentimientos, es fría y calculadora, la clase de persona que odias pero de la que te encantaría conseguir su aprobación.
La vida de Andrea dará un giro de trescientos sesenta grados a partir del primer día que empieza a trabajar para
“Runway”, pues entre Miranda y Emily se encargaran de hacerla sufrir, la primera solicitándole las tareas más disparatadas y psicoticas que van más allá de una simple taza de café o contestar el teléfono, pues entre sus funciones están recoger la ropa de

la tintorería, preparar su comida, hacer sus compras personales, hacer la tarea de sus hijas, aprender los nombres de todos los invitados de una fiesta para que le ayude a recordarle quienes son estos y hasta conseguir el manuscrito no publicado del último tomo de Harry Potter. Para colmo, Emily no la ayuda para nada, al contrario, se burla de ella cada que hay oportunidad y le asigna aun más tareas de las que ya tiene.
En un inicio, Andy lucha por mantener firmes sus ideales y sus metas, no se deja engañar fácilmente por el escaparate de glamour y belleza que representan las
“chicas Runway” (modelos, editoras, fotógrafas y demás colaboradoras de la revista que siempre usan tacones altos) y la bruja que tiene como jefa, sin embargo el mundo de la moda y el jet set neoyorquino terminaran seduciéndola, a tal grado que con el paso del tiempo y un poco de la ayuda de
Nigel, el brazo fuerte de Miranda y segundo al mando de
“Runway”, quien se convierte en una especie de hada madrina para Andy, ésta conseguirá adaptarse a su nuevo trabajo e inclusive llegar a talla cuatro y convertirse en una mujer sofisticada y la moda, entregándose por completo a su labor como asistente de Miranda mientras su vida personal se desmorona.

La película es graciosa, y aunque si bien no consigue sacar carcajadas, si deja una sonrisa en los labios de quien la ve; el problema con
“The Devil Wears Prada” es el discurso moral que hay detrás de ella, un discurso que al final no resulta nada creíble, por un lado el filme de Frankel pretende hacer una critica fuerte al mundo de la moda a través de la sátira, objetivo que se pierde por completo cuando el director también pretende honrar este universo fashion que genera miles de millones de dólares y euros al año, por lo que al final la película no resulta ser tan critica; por otro lado, llega un momento casi al final de la película que ésta se torna forzada y un poco desconectada, probablemente porque al director se le acababa el tiempo para llegar al desenlace y busca desesperadamente una forma sencilla de llegar al final, esto sucede cuando los amigos y el novio de Andy cuestionan su cambio de imagen y su exagerada entrega al trabajo, discurso moralino que tampoco resulta nada creíble, ya que en pocas escenas y de una forma muy desafortunada, la guionista pretende plantear un problema que requería un poco más de tiempo o por lo menos una forma más ingeniosa de resolverlo.
El punto afortunado del guión de
Aline Brosh McKeena, encargada de adaptar la novela de
Lauren Weisberger, es el discurso que ofrece sobre la relación jefe-empleado, el cual no es capaza de desarrollar la Weisberger en su novela, ya que mientras que en la película se explica de manera clara y concisa cómo Andy desea conseguir la aprobación de su jefa, con todo y que ésta es una perra, y en el camino logra superarse, aprender de sus errores y tomar lo mejor de Miranda para ella misma, en la novela la escritora desahoga las frustraciones, traumas y resentimientos adquiridos de su experiencia como empleada de
Anna Wintour, la mítica editora de la revista Vogue, contándonos una historia muy personal, casi biográfica, que en este aspecto resulta un poco subjetiva, por lo que no muestra al lector las dos caras de la moneda como si lo hace la película, es decir, lo bueno y lo malo que puede tener un superior jerárquico.
Los que hemos tenido un jefe, por más gruñón y déspota que éste sea, no podemos negar que aunque lo odiemos siempre buscamos obtener una gracia de él, demostrarle que estamos a su altura y lo profesionales que somos, y al final, querámoslo o no, terminamos aprendiendo, para bien o para mal, de él, e

inclusive adaptamos algo de su personalidad a la nuestra, como la ocurre a Emily y Andrea con Miranda. Mientras que en el libro
Miranda Priestly es una bruja de principio a fin de la novela sin razón alguna, en la película la maldad de la villana tiene una razón de ser que la hace más verosímil, esto queda patente con la reivindicación que se hace al final de la cinta del personaje que interpreta
Meryl Streep, cuando Miranda ayuda a Andrea a conseguir trabajo y le dedica un pequeña sonrisa desde su automóvil sin que Andy la vea, lo anterior nos explica de manera inteligente que Miranda no es mala nada más por que sí, es mala porque las circunstancias de su vida, sus responsabilidades y el estrés la obligan a ser de esa forma, Miranda es un mujer profesional luchando en un mundo dispuesto a tragarla si se deja, y la única manera de enfrentarlo es siendo mala, aunque la verdad, a ella le encanta ser una maldita.
Pero a final de cuentas la película termina siendo estupenda, graciosa y divertida, digna de verse una y otra vez, al menos yo la veo siempre que me siento deprimido o cuando mi superior jerárquico me reprende; desde que ví
“El Diablo Viste de Prada”, ésta se ha convertido en una de mis películas favorita.
Diez datos curiosos sobre
“The Devil Wears Prada”:1.- Carlos Dengler, bajista de
INTERPOL, colaboró con algunos demos para la banda sonora de la película, sin embargo, finalemnte fue
Theodore Shapiro el encargado de componer la música original del filme.
2.- Aunque
Lauren Weisberger lo niegue,
“The Devil Wears Prada” esta basada en sus anécdotas como asistente de
Anna Wintour, la déspota pero brillante editora de la revista
Vogue en su edición norteamericana, una de las figuras mas temidas del mundo de la moda (Mas datos en la próxima entrega).
3.- El vestuario quedó a cargo de
Patricia Field, la misma que vistiera a
Sara Jessica Parker y compañía para la serie
“Sex and the City”; Field obtuvo una merecida nominación al oscar por su trabajo, sin embargo y aunque la película girara alrededor de la ropa, lo perdió frente al imponente vestuario de
“Marie Antoinette” diseñado por
Milena Canonero, yo sin duda también hubiera votado por Milena, y si no me creen he aquí una muestra: