LO QUE HA PASADO
Hay ciertas cosas que suelo hacer cuando me encuentro triste o nostálgico, cosas quizás muy trilladas o sencillas, pero que por lo general bastan para cambiar mi estado de animo de depresivo a medianamente “alegre”: una tarde de compras, un helado de vainilla, una buena canción de jazz, una noche de tragos con mis amigos, una charla con mis amigas o ver alguna de las películas de Sofía Coppola me suelen ser suficientes.
Otra cosa que me hace sentir mejor es escribir, y hoy me levante con esa necesidad, hace mucho, pero mucho que no lo hacía, el trabajo, los compromisos sociales, el cansancio, mi estado anímico y un largo etcétera de circunstancias para usar como pretexto, me han mantenido alejado de mis crónicas. Pero hoy me levanté algo nostálgico; hacía una semana estaba vacacionando en Chicago, deambulando por el Grant Park, mientras buscaba el mejor lugar para ver a los Grizzly Bear en el Lollapalooza.
Hace ya mas de un año que fui a ver a RADIOHEAD, mientras escribo, me retrotraigo a esta fecha porque es el punto de partida de un año especialmente intenso, agotador, divertido, pero también cargado de momentos sombríos; el último de mis post fue sobre el setlist de DEPECHE MODE, desde entonces he ido a un par de conciertos más, no a tantos como quisiera, por ejemplo, no pude ver a los Arctic Monkeys, Kashmir, Franz Ferdinand o Massiv Attack; pero en contraposición, pude ver a PHOENIX (dos veces), a los YEAH YEAH YEAHS, Babasonicos y Zoé (estas ultimas dos, dos veces también) y hace un par de días regrese del Lollapalooza, y ahora el “gusanito” del rock me cosquillea para incitarme a ir al Hellow Fest en Monterrey antes de marcharme en octubre al D.F. para ir al Corona Capital.
La tarde ha caído en plenitud mientras medito estas cosas, me detengo un poco y suspiro, veo el cielo nublado de Torreón, y de pronto anhelo volver a estar en Chicago, volver a caminar por sus calles, perderme entre la gente, sentarme en alguna banca del Millenium Park, cobijarme con la sombra de los rascacielos más que con la de los árboles, y abstraerme por completo de toda la realidad; es extraño, en un instante de la semana pasada, mientras el avión aterrizaba en el aeropuerto O’Here de Chicago, sentí que en este lugar encontraría el amor, pero obviamente, una semana no fue suficiente para hacerlo, sin embargo, algo en la hermosa ciudad de los vientos me devolvió un poco de la esperanza perdida, de las ganas de enamorarme, y cómo no hacerlo en una ciudad donde en cada calle uno puede escuchar jazz.
Otra cosa que me hace sentir mejor es escribir, y hoy me levante con esa necesidad, hace mucho, pero mucho que no lo hacía, el trabajo, los compromisos sociales, el cansancio, mi estado anímico y un largo etcétera de circunstancias para usar como pretexto, me han mantenido alejado de mis crónicas. Pero hoy me levanté algo nostálgico; hacía una semana estaba vacacionando en Chicago, deambulando por el Grant Park, mientras buscaba el mejor lugar para ver a los Grizzly Bear en el Lollapalooza.
Hace ya mas de un año que fui a ver a RADIOHEAD, mientras escribo, me retrotraigo a esta fecha porque es el punto de partida de un año especialmente intenso, agotador, divertido, pero también cargado de momentos sombríos; el último de mis post fue sobre el setlist de DEPECHE MODE, desde entonces he ido a un par de conciertos más, no a tantos como quisiera, por ejemplo, no pude ver a los Arctic Monkeys, Kashmir, Franz Ferdinand o Massiv Attack; pero en contraposición, pude ver a PHOENIX (dos veces), a los YEAH YEAH YEAHS, Babasonicos y Zoé (estas ultimas dos, dos veces también) y hace un par de días regrese del Lollapalooza, y ahora el “gusanito” del rock me cosquillea para incitarme a ir al Hellow Fest en Monterrey antes de marcharme en octubre al D.F. para ir al Corona Capital.
La tarde ha caído en plenitud mientras medito estas cosas, me detengo un poco y suspiro, veo el cielo nublado de Torreón, y de pronto anhelo volver a estar en Chicago, volver a caminar por sus calles, perderme entre la gente, sentarme en alguna banca del Millenium Park, cobijarme con la sombra de los rascacielos más que con la de los árboles, y abstraerme por completo de toda la realidad; es extraño, en un instante de la semana pasada, mientras el avión aterrizaba en el aeropuerto O’Here de Chicago, sentí que en este lugar encontraría el amor, pero obviamente, una semana no fue suficiente para hacerlo, sin embargo, algo en la hermosa ciudad de los vientos me devolvió un poco de la esperanza perdida, de las ganas de enamorarme, y cómo no hacerlo en una ciudad donde en cada calle uno puede escuchar jazz.
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