Parece que la semana santa despertó en mi una especie de aire reflexivo, una extraña necesidad de meditar y revalorar mi vida familiar, raro en mi que no suelo ser muy sentimental, sino más bien cínico; aunque soy una persona fácilmente impresionable o susceptible de ser asustada, más que con la fuerza bruta y las palabras vacías, con frases bien armadas, destinadas a dañar puntos específicos de mi autoestima, emitidas en el momento y lugar oportuno y con el volumen de voz adecuado (lo cual indica que no se requieren de gritos), tampoco soy una persona que se deje derrotar sin haber dado antes una buena batalla, además, sí soy vencido, siempre suelo guardar en el fondo de mi corazón un pequeño ápice de ira y las herramientas necesarias para cobrar una buena venganza (por muy mínima que esta sea, pues venganza es al fin y al cabo).
Tanta cavilación rara me ha orillado a escribir sobre estos extraños temas, más que de mi tópico favorito, la música, pero a final de cuentas las Crónicas de este Freak son independientes de cualquier atadura o mordaza, inclusive la propia; y hablando de la música, hay una interrogante que siempre me perseguirá: saber si es la música que escucho la que da una respuesta a mi vida, o soy yo quien trata de dar una respuesta a mi existir a través de esa música.
De pequeño solía escuchar buen rock, rock de la vieja escuela, aunque para mi eran simplemente melodías pegajosas, destinadas a guardarse en mi memoria para posteriormente resurgir en un aproximado tarareo, el cual habría de transmutarse en una canción completamente distinta a la original.
Adoraba esa edad de la inocencia, en que mi vida carecía de clasificación, como la música, pues en esa edad era simplemente música, y era sencillamente buena por el hecho de provocarme cantarla; pero con la llegada de la edad (porque hasta eso carece de relevancia cuando eres niño, ya que en este periodo no pasan los años, simplemente nos limitamos a existir y disfrutar de la vida), uno se va dando cuenta de que todo, absolutamente todo forma parte de una clasificación, de un algo, de un por qué.
Es triste darse cuenta de ello, pero es verdad, y creo que cuando uno toma conciencia de estas clasificaciones, y de las limitaciones y ataduras que conllevan, uno comienza a perder la inocencia, al menos en mi caso así ocurrió; claro que la perdida de la inocencia no es igual para todos, la verdad me siento afortunado de haberla perdido así y no de la grotesca y lamentable manera en que cientos de niños del mundo la pierden, formas y ejemplos de los que prefiero no hablar porque entonces me deprimiría aun más de lo que ya estoy.
miércoles, 2 de abril de 2008
CAVILACIONES RARAS SOBRE LA EDAD DE LA INOCENCIA
CAVILACIONES RARAS SOBRE LA EDAD DE LA INOCENCIA
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