BAZ LUHRMANN TIENE UN «JE NE SAIS QUOI»
El domingo me moría del aburrimiento, así que decidí darme una vuelta en el centro comercial para ver los nuevos dvd’s en Mixup, haciendo una previa parada en la Ghandi para encargar un libro; tras un rato viendo los anaqueles en la citada tienda de discos, finalmente compré, por la módica cantidad de noventa y nueve pesos, “A merced del odio”, un pelicula protagonizada por mi adorada Bette Davis; aún era temprano y falta bastante tiempo para que en mi casa la comida estuviera lista, así que decidí entrar al Sanborns que queda justo frete al Mixup, para perder el tiempo dando una ojeada a las revistas.
Al llegar a la sección de moda, hubo una publicación que llamó enormemente mi atención, era la Vanity Fair del mes de abril -que obviamente no había sido vendida- y que en su portada mostraba a una sensual Penélope Cruz tendida a los pies de su mentor, el fantástico Pedro Almodovar; como fiel fanático del director Manchego me apure a comprar la revista en comento, sin prestar atención al resto del material de tiraje más reciente.
Al llegar a mi casa comencé a leer las entrevistas realizadas a Pedro, Penélope y parte del reparto del elenco de “Los Abrazos Rotos”, la mas reciente película de Almodovar; al terminar de leer esto, empecé a pasar las paginas de la Vanity, hasta que la fotografía de la página 135 cautivo por completo mi curiosidad: tomada por Annie Leibovitz, la imagen en cuestión muestra a Nicole Kidman vestida con un bellísimo abrigo negro del diseñador italiano Giambattista Valliy, en ella luce imponente y fría como el mármol, y magnánima cual reina que es; junto a ella está una figura, que al menos para mi, resultaba todavía más cautivadora, el director australiano Baz Luhrmann, con una camisa y una corbata de Ermenegildo Zegna y un elegantísimo traje de Dior Homme (…porque Dior nos hace, y Dior nos viste), acariciado levemente con su mano el rostro de la rubia, mientras admira el porte de su musa.
De figura delgada, con el semblante de un atractivo hombre maduro, de cabellos plateados, con la blanquísima tonalidad de su piel, y una mirada severa, crítica y aún más gélida que la de Kidman, Luhrmann tiene "un yo no sé qué", que me hipnotizó de una manera sumamente placentera. En aquel instante, pedí un deseo olvidándome de todo lo demás que he podido anhelar en mí vida: llegar a la edad que tiene Baz Luhrmann (46 años) y verme aunque sea una décima parte de lo bien que luce ese elegante hombre australiano.
Al llegar a la sección de moda, hubo una publicación que llamó enormemente mi atención, era la Vanity Fair del mes de abril -que obviamente no había sido vendida- y que en su portada mostraba a una sensual Penélope Cruz tendida a los pies de su mentor, el fantástico Pedro Almodovar; como fiel fanático del director Manchego me apure a comprar la revista en comento, sin prestar atención al resto del material de tiraje más reciente.
Al llegar a mi casa comencé a leer las entrevistas realizadas a Pedro, Penélope y parte del reparto del elenco de “Los Abrazos Rotos”, la mas reciente película de Almodovar; al terminar de leer esto, empecé a pasar las paginas de la Vanity, hasta que la fotografía de la página 135 cautivo por completo mi curiosidad: tomada por Annie Leibovitz, la imagen en cuestión muestra a Nicole Kidman vestida con un bellísimo abrigo negro del diseñador italiano Giambattista Valliy, en ella luce imponente y fría como el mármol, y magnánima cual reina que es; junto a ella está una figura, que al menos para mi, resultaba todavía más cautivadora, el director australiano Baz Luhrmann, con una camisa y una corbata de Ermenegildo Zegna y un elegantísimo traje de Dior Homme (…porque Dior nos hace, y Dior nos viste), acariciado levemente con su mano el rostro de la rubia, mientras admira el porte de su musa.
De figura delgada, con el semblante de un atractivo hombre maduro, de cabellos plateados, con la blanquísima tonalidad de su piel, y una mirada severa, crítica y aún más gélida que la de Kidman, Luhrmann tiene "un yo no sé qué", que me hipnotizó de una manera sumamente placentera. En aquel instante, pedí un deseo olvidándome de todo lo demás que he podido anhelar en mí vida: llegar a la edad que tiene Baz Luhrmann (46 años) y verme aunque sea una décima parte de lo bien que luce ese elegante hombre australiano.
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