RADIOHEAD,
COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ.
UNA CRÓNICA PENDIENTE SOBRE AQUEL CONCIERTO.
Lunes 16 de marzo de 2009.
Ahí estaba yo, abordando un avión bajo un cielo aún en penumbras, despidiéndome sin ánimo de hacerlo nuevamente de la misma ciudad; para mi fortuna, el avión tardó lo suficiente en despegar para ver otra vez un vaporoso amanecer en aquella nada sutil Ciudad de México; cuando finalmente despegó, y los primeros rayos solares atravesaron la ventanilla, todo el cansancio de lo vivido el fin de semana se hizo presente; mis parpados se tornaron pesados, inútilmente luchaba por mantenerme despierto, y cuando entendí que nada podía hacer por evitar el sueño, me coloqué los lentes oscuros y me permití dormir, y el letargo trajo consigo la sensaciones del fin de semana, y en entre ensueño y conciencia lo volví a vivir todo como si fuera la primera vez.
Viernes 13 de marzo de 2009.
No recuerdo el tiempo exacto que mi amigo Abraham tenía viviendo en la Ciudad de México, pero para mí era demasiado; al bajar del avión, él ya me esperaba en la moderna terminal dos del Aeropuerto Internación Benito Juárez; abordamos un taxi que recorrió calles oscuras y serpenteantes, laberínticas y caóticas, mientras nos poníamos al corriente de noticias; aquel fin de semana representaba para mi un escape, una forma de dejar atrás la tristeza, el inició de año me estaba resultando difícil, por aquel momento experimentaba situaciones verdaderamente difíciles en el campo laboral; enero y febrero habían sido depresivos, oscuros e hirientes, todo apuntaba a que sería un mal año, pero me había propuesto olvidar todo, borrar de mi rostro cualquier dejo de tristeza y aniquilar cualquier preocupación.
El viernes comenzó oficialmente en la Condesa, con una cena en un pequeño bistró de los tantos que abundan en la zona, concluida ésta, Abraham y yo recorrimos la colonia, nos perdimos entre la multitud, nos bañamos con el ruido y los aromas que inundaban el ambiente; tras varias cuadras recorridas, optamos por ir al Black Horse, un pequeño bar en el que permanecimos hasta que nos encontró la madrugada. Yo tomé vodka, él prefirió el whisky, pero fue la música y la gente la que nos embriagó; pese al sofocante calor que se experimentaba en el sitio, el bar me gustó mucho, aún y cuando según Abraham sus mejores tiempos ya habían pasado, pero, qué lugar puede ser fresco y novedoso en una ciudad donde cada día surge algo nuevo y pretencioso.
Como es costumbre, Abraham y yo hablamos de un sinfín de temas, y aunque en ocasiones, al ir y venir de los diálogos, a veces coincidimos en opiniones, generalmente diferimos en nuestros puntos de vista, lo que nos lleva a protagonizar encarnizadas luchas por defender nuestras perspectivas, pero al final guardamos silencio, cambiamos de tema y volvemos a ser amigos. En algún punto de la noche recordamos a José Juan y a Miriam, y hablamos de ellos, recordamos la manera en que los cuatro nos habíamos conocido, remembramos aquel plan trazado en el pasado y cuya realización, que había dejado de ser incierta hacía muchos meses atrás, estaba a punto de ejecutarse: los cuatro iríamos juntos a ver nuestro primer concierto de RADIOHEAD; mientras recordábamos eso, “Obstacle 1” de Interpol comenzó a sonar a petición mía pues minutos antes le había solicitado al DJ que pusiera algo de ellos, cosa que no creí posible, ya que la encantadora respuesta de ese chico rubio con mejillas tostadas por el sol, fue: “…esta noche no es posible, ‘tenes’ que ser feliz con lo que te doy, todos discos estar desordenados…”, palabras estas recitadas en un español que lo delataban como extranjero y acompañadas por una vaga mirada de entre apenado y “pasado”, sin embargo, terminó poniendo la rola para mi beneplácito y satisfacción, ganándose con ello mi simpatía.
Abandonamos el Black Horse muy tarde, ya casi nada estaba abierto, pero de camino al departamento de Abraham hicimos una última parada en un diminuto bar, bastante “mono”, donde ambos nos conformamos con el último par de cervezas; ya había muy poca gente en el lugar, salvo una parejita que derrochaban cariño y un grupo bastante peculiar acomodado frente a la mesa que mi amigo y yo ocupamos; extrañamente algo del grupo en comento llamó mi atención, de principio no lo supe entender, no fue el hecho de que festejaran el cumpleaños de uno de ellos, que fueran cinco tipos y una chava, ni que todos (salvo la chica) fueran gays, no, lo que me cautivó de aquel grupo de amigos fue la manera en que compartían y denotaban su cariño, sin inhibiciones, sin malas intenciones, sólo abrazos, alguno que otro beso en la frente o la mejilla, miradas de complicidad y palabras prorrumpidas tiernamente, como si fueran hermanos, como si fueran de la misma familia, una familia.
Bastante tomados, Abraham y yo dejamos el bar con la plena necesidad de llegar a nuestras camas; caminamos por las oscuras y ahora silenciosas calles de la Condesa hasta llegar al departamento, donde una vez postrados en las camas cerramos los ojos para acortar el tiempo que nos separaba del tan anhelado lunes dieciséis de marzo.
Sábado 14 de marzo de 2009.
Tan pronto terminé la llamada y le informé a Abraham que JJ nos dejaba nuevamente plantados, caminamos apresuradamente a la entrada del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México, estábamos ahí para ver la exposición titulada “Zares, Maravillas de la Rusia Imperial”, la cual comprendía una serie de objetos pertenecientes a la colección del Museo del Emitage, de San Petesburgo.
Mientras que para la mayoría de los visitantes, recorrer la exposición a lo mucho les tomaba dos horas, a Abraham y a mí nos llevó cuatro, ni él ni yo estábamos dispuestos a deambular por las salas de la muestra contemplando sólo los objetos, nuestra intención desde el momento en que ingresamos al lugar fue apreciar cada pieza y cada crónica ahí exhibidas, aprender y comprender lo más posible la historia de un imperio, que a distancia, parece más glorioso de lo que en verdad fue.
Luego de abandonar la exposición, decidimos comer en algún restaurante de Polanco antes de reunirnos con Miriam, a quien veríamos mas tarde en la entrada del Museo de Antropología; a la hora convenida, Abraham y yo aguardamos la llegada de nuestra amiga en una de las tantas bancas situadas en la explanada del museo; como es ya clásico en ella, Miriam volvió a llegar tarde, pero la verdad, si acaso su demora llegó a molestarme, el tedio desapareció tan pronto nos abrazamos, nos dimos un beso y compartimos sonrisas; comenzamos a caminar por todo el Paseo de la Reforma mientras hablamos un poco de la exposición, y aunque duramos muchísimo tiempo paseando, a mi me pareció que se fue volando, la platica de los tres había acortado las distancias y el tiempo, de ahí que en un abrir y cerrar de ojos hubiéramos llegado al centro histórico de la ciudad; nuestra caminata nos condujo al Zócalo y de ahí a la Plaza de Santo Domingo, donde una “tocada” de ska estaba por concluir; caminamos nuevamente, y luego cruzamos frente al Centro Culturar España, donde se apreciaba un larga fila para ingresar a una fiesta que amenazaba no tener fin.
Volvimos a caminar mucho, a recorrer las calles del centro histórico, a cruzar el Zócalo y dejar a nuestras espaldas el Palacio Nacional; era ya muy tarde, Miriam se tenía que marchar, al día siguiente ella iría a ver Radiohead y nosotros la exposición de Lachapelle; la acompañamos a la estación más cercana del metro, nos abrazamos y nos despedimos de ella, prometimos vernos el lunes por la mañana para ir a comer los cuatro juntos: JJ, Abraham, Miriam y yo, y platicar y esperar el momento en que el concierto comenzara, pues así lo habíamos planeado cuando no éramos más que un montón de adolescentes.
5 comentarios:
¡Wow! Me acordé de muchas cosas...yo celebraba mi cumple ese finde. Hace un año con Radiohead, y este año con Fangoria. ¡Qué cosas! Fui a LaChapelle ese finde también, y de bar a Condesa... aún no te conocía... ;)
"Como es su costumbre llegar tarde" Jajaja. ¡Hostia! ¡Que me has dado una quemadota, tío!
Hola, llevo un buen tiempo siguiendo tu blog hasta que por razones distintas dejaste de actualizar o subir tus crónicas. Me parece muy interesante el estilo con el que escribes que ciertamente es muy ameno a la hora de leerlo. También me es increíble que vivamos en la misma región (yo soy de Gómez Palacio). Leí que planeas ir al Corona Capital Festival, del cual yo permanezco en duda de asistir o no, ¿podrías decirme algunas razones por las que asistirás? Tal vez así aclare mi panorama mental respecto a este festival.
Gracias y continua con tus crónicas, que valen la pena leerlas.
Atte: Tess
No soy de comentar mucho en general, pero encontre tu blog hace un par de dias, y me encanta! Escribis realmente bien
Nada nuevo chico indie??? =P
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