LA INMORTAL ELEGANCIA DE YVES SAINT LAURENT
La mañana de ayer me levanté con la penosa noticia de la muerte de YVES SAINT LAURENT, diseñador francés al que desde adolescente he profesado discreta admiración, de ahí que la reseña de su deceso me haya generado sentimientos de melancolía y tristeza a lo largo del día.
Definitivamente no soy una persona conocedora de la moda o docta en temas y menesteres relacionados con ella, lo cual no significa que no me interese o me desagrade (aunque ciertamente hay bastantes cosas en esa industria con las que jamás podré estar de acuerdo), sin embargo, como amante de la historia y la cultura en general, la genialidad de Yves Saint Laurent es digna de ser reconocida, admirada y respetada, por lo que desde que vi un documental sobre su vida, Yves se convirtió para mi en un guru espiritual al cual reverenciar.
Con tan sólo dieciséis años de edad, tras ganar un concurso gracias al diseño de un vestido de cocktail, Saint Laurent vio en la ropa el lienzo adecuado para trazar su obra, obra que sin saberlo estaba destinada a trascender más allá de lo superfluo y banal para romper todo tipo de esquemas, imponer nuevas reglas de conducta y ampliar los parámetros en que la sociedad debía ver a la mujer, de ahí que su trabajo lo instituyera como uno de los artistas más influyentes del Siglo XX.
Ya con los dieciocho años cumplidos, Yves ocupó el puesto que Christian Dior había dejado en su compañía luego de fallecer, este nombramiento representó para el diseñador el ascenso al trono de la moda francesa; más el gusto tan solo duro dos años, pues al llegar a la mayoría de edad se vio obligado a abandonar el puesto para realizar su servicio militar. Una vez cumplida la obligación para con su patria, Saint Laurent intentó recuperar su trabajo, pero la Casa Dior ya lo había reemplazado con un diseñador de menor talento.
El despido de la Casa Dior en lugar de perjudicarle le reparó un benefició enorme, pues después de un inevitable proceso judicial, Yves Saint Laurent fue indemnizado con una cuantiosa suma que le permitió abrir su propia casa de modas, crear su sello Rive Gauche y lanzar su primera colección en 1962, la cual se transformó inmediatamente en un éxito, el cual se mantuvo incólume hasta el 2002, año en que decidió retirase de las pasarelas, no tanto por su enfermedad como muchos aseguran, sino porque la industria de la moda ya no le evocaba nada grato.
Yves Saint Laurent fue parte de una época en que la industria de la moda era algo más que ganancias descomunales, modelos anoréxicas y soberbias, consumidores incultos, superficiales y fácilmente impresionables; una época en que la moda era el instrumento adecuado para hacer declaraciones políticas y manifiestos de libertad
Saint Laurent fue un feminista en toda la extensión de la palabra, tan feminista como Simone de Beauvoir, con la diferencia de que él no entregó a la sociedad tratados sobre la liberación femenina, ni promovió el voto para la mujer u organizó quema de sostenes, la labor de Yves fue más compleja y por lo tanto menos evidente, ya que su regalo para las mujeres del siglo XX fue mostrarles una nueva manera de ver la vida a través de la ropa; Saint Laurent las liberó de las ataduras de los corsets y los vestidos que las convirtieran en meros objetos sexuales, o bien las redujeran a simples muñecas decorativas; él las dotó de sacos y pantalones monocromáticos ajustados a su figura, para con ello declararle al mundo y dejar constancia de que las mujeres eran iguales a los hombres.
Aunque de generaciones muy disímiles, Saint Laurent junto con Christian Dior y Gabrielle Chanel formaron la santísima trinidad de la moda francesa, más cada uno creo y defendió una imagen muy distinta sobre lo que debía ser la mujer moderna: la mujer creada por Chanel es un ser independiente, elegante e inteligente, pero seductor y atractivo; mientras que la concebida por Dior es femenina, delicada, coqueta y refinada, pero a pesar de todo, conservadora y dispuesta a conseguir un hombre; en cambio las chicas idealizadas por Saint Laurent son poderosas y libres, seguras de sí mismas, dispuestas a decir no al matrimonio y si a la libre convivencia. Yves vistió a las intelectuales con chaquetas de cuero, cuellos de tortuga y largas botas ajustadas; a las rebeldes con negros smokings ceñidos a sus cuerpos; a las señoritas de sociedad amantes de los Beatles, Janis Joplin y la mota las convirtió en pinturas de Warhol y Mondrian; y en general, a todas las vistió con la libertad que da la elegancia y el buen gusto.
Definitivamente no soy una persona conocedora de la moda o docta en temas y menesteres relacionados con ella, lo cual no significa que no me interese o me desagrade (aunque ciertamente hay bastantes cosas en esa industria con las que jamás podré estar de acuerdo), sin embargo, como amante de la historia y la cultura en general, la genialidad de Yves Saint Laurent es digna de ser reconocida, admirada y respetada, por lo que desde que vi un documental sobre su vida, Yves se convirtió para mi en un guru espiritual al cual reverenciar.
Con tan sólo dieciséis años de edad, tras ganar un concurso gracias al diseño de un vestido de cocktail, Saint Laurent vio en la ropa el lienzo adecuado para trazar su obra, obra que sin saberlo estaba destinada a trascender más allá de lo superfluo y banal para romper todo tipo de esquemas, imponer nuevas reglas de conducta y ampliar los parámetros en que la sociedad debía ver a la mujer, de ahí que su trabajo lo instituyera como uno de los artistas más influyentes del Siglo XX.
Ya con los dieciocho años cumplidos, Yves ocupó el puesto que Christian Dior había dejado en su compañía luego de fallecer, este nombramiento representó para el diseñador el ascenso al trono de la moda francesa; más el gusto tan solo duro dos años, pues al llegar a la mayoría de edad se vio obligado a abandonar el puesto para realizar su servicio militar. Una vez cumplida la obligación para con su patria, Saint Laurent intentó recuperar su trabajo, pero la Casa Dior ya lo había reemplazado con un diseñador de menor talento.
El despido de la Casa Dior en lugar de perjudicarle le reparó un benefició enorme, pues después de un inevitable proceso judicial, Yves Saint Laurent fue indemnizado con una cuantiosa suma que le permitió abrir su propia casa de modas, crear su sello Rive Gauche y lanzar su primera colección en 1962, la cual se transformó inmediatamente en un éxito, el cual se mantuvo incólume hasta el 2002, año en que decidió retirase de las pasarelas, no tanto por su enfermedad como muchos aseguran, sino porque la industria de la moda ya no le evocaba nada grato.
Yves Saint Laurent fue parte de una época en que la industria de la moda era algo más que ganancias descomunales, modelos anoréxicas y soberbias, consumidores incultos, superficiales y fácilmente impresionables; una época en que la moda era el instrumento adecuado para hacer declaraciones políticas y manifiestos de libertad
Saint Laurent fue un feminista en toda la extensión de la palabra, tan feminista como Simone de Beauvoir, con la diferencia de que él no entregó a la sociedad tratados sobre la liberación femenina, ni promovió el voto para la mujer u organizó quema de sostenes, la labor de Yves fue más compleja y por lo tanto menos evidente, ya que su regalo para las mujeres del siglo XX fue mostrarles una nueva manera de ver la vida a través de la ropa; Saint Laurent las liberó de las ataduras de los corsets y los vestidos que las convirtieran en meros objetos sexuales, o bien las redujeran a simples muñecas decorativas; él las dotó de sacos y pantalones monocromáticos ajustados a su figura, para con ello declararle al mundo y dejar constancia de que las mujeres eran iguales a los hombres.
Aunque de generaciones muy disímiles, Saint Laurent junto con Christian Dior y Gabrielle Chanel formaron la santísima trinidad de la moda francesa, más cada uno creo y defendió una imagen muy distinta sobre lo que debía ser la mujer moderna: la mujer creada por Chanel es un ser independiente, elegante e inteligente, pero seductor y atractivo; mientras que la concebida por Dior es femenina, delicada, coqueta y refinada, pero a pesar de todo, conservadora y dispuesta a conseguir un hombre; en cambio las chicas idealizadas por Saint Laurent son poderosas y libres, seguras de sí mismas, dispuestas a decir no al matrimonio y si a la libre convivencia. Yves vistió a las intelectuales con chaquetas de cuero, cuellos de tortuga y largas botas ajustadas; a las rebeldes con negros smokings ceñidos a sus cuerpos; a las señoritas de sociedad amantes de los Beatles, Janis Joplin y la mota las convirtió en pinturas de Warhol y Mondrian; y en general, a todas las vistió con la libertad que da la elegancia y el buen gusto.
LA OBRA DE YVES SAINT LAURENT:
2 comentarios:
aloha!
hace muuuucho que no pasaba por tu blog, no sé por que, pero ahora que regreso recuerdo porque era algo fan, je. Vaya tienes de todo!
y si, que lamentable la muerte del gran yves saint laurent.
saludos, que estes bien
Podrá ser un comentario medio superficial, pero yo tenía unos pantalones YSL que me encantaban y que puedo apostar que nadie en Torreón los traía, eran de mezclilla pero la otra costura, que normalmente suele ser tejido blanco, tenía un material color plateado y saltaban a la vista porque no se veían opacos como los demás pantalones, sino brillosos, me los chulearon mucho, me decian que estaban íncreíbles y me duraron un buen, cuando se rompieron no los quería tirar, marcaron una época, jajajajaja, pero me quedé con la plaquita que tenia grabadas las iniciales de este excelente diseñador. En fin, larga vida donde quiera que se encuentre!
Publicar un comentario