sábado, 12 de marzo de 2011

RADIOHEAD, COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ (TERCERA PARTE)

RADIOHEAD, COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ (TERCERA PARTE)


Lunes 16 de Marzo de 2009 - PRIMERA PARTE.

A unas cuantas horas de iniciar el concierto de Radiohead, Miriam, Abraham y yo habíamos decidido reunirnos en Coyoacán para comer, y después partir juntos al Foro Sol; era la primera vez que estaba en Coyoacán, tenía unas grandes expectativas de conocer aquel lugar, mis amigos me habían hablado mucho de él, pero al llegar ahí no me pareció nada del otro mundo, quizás fue que no tuve el tiempo suficiente para recorrerlo, para empaparme de su historia y de su supuesto encanto, o quizás fue el hecho de que me pareció un lugar caótico –en mi opinión, más atestado de gente que cualquier otra parte de la ciudad de México–, lleno de vendedores ambulantes, con calles estrechas y asfixiantes; en resumen, Coyoacán no fue de mi agrado en mi primera visita, pero tampoco me molestó estar ahí, porque, después de todo, me sentía sumamente emocionado de estar junto a dos de mis más queridos amigos.

A pesar de que el sábado ya había visto a Miriam, me dio mucho gusto volver a verla, la abrace con mucho cariño –y cómo no hacerlo, si desde que se mudó al D.F., cuando mucho la veo unas cinco veces al año, así que trato de no desperdiciar la oportunidad de estar con ella–, después del abrazo, algo en la vestimenta de Miriam llamó mi atención: su playera negra con la conocida cabeza del oso del Kid A, muestra de que una noche antes había asistido al primer concierto de la agrupación inglesa que pronto habríamos de disfrutar todos. Cabe resaltar que la “condenada” se había dado el lujito de conseguir boletos para las dos fechas, algo que por un lado he de reconocer me daba envidia por obvias razones, y por otro mucha alegría, pues los tres iríamos juntos al mismo concierto, lo cual para mí –y luego confirmaría que para Miriam y Abraham también– representaba algo muy importante, pues ese recuerdo siempre estaría ligado a ellos, dos de mis mejores amigos, dos de las personas por las que y con las que mi admiración por Radiohead y mi amor por la buena música se había desarrollado en gran medida.

Caminamos unos cuantos minutos por la plaza principal de Coyoacán, y ya extenuados por el calor que hacía aquel día, decidimos comer en un típico restaurante de la zona; era una especie de cantina o taberna, donde la comida no era mala pero tampoco resultaba de maravilla. Mientras nos servían los alimentos comenzamos a platicar; Miriam y Abraham se conocía desde la secundaria, habían estado juntos en el Colegio la Luz, institución que para ambos representa un cúmulo de buenos recuerdos y a la vez de sin sabores y pesadillas que, finalmente, para bien o para mal habían sido determinantes en la construcción de sus personalidades; lo cierto es que gracias al Colegio la Luz, Miriam y Abraham habían conocido a José Juan, y gracias a JJ yo los había conocido a ellos.

Hablamos de tantas cosas que la verdad ya no recuerdo todos los temas, pero al final la conversación se centró en la ausencia de José Juan, que era el eslabón y la secuencia faltante a un esquema formado por Miriam, Abraham y yo; Abraham y Mimiraim se mostraron molestos por la ausencia de JJ aquel día, pero a mí su actitud ya no me sorprendía ni me molestaba, hacia algún tiempo había decidido no volverme a enojarme con él, había comprendido que para mi su amistad era primordial, tanto que podía ser capaz de aguantar su carácter y su forma de ser, de la misma manera que él toleraba la mía, por lo que si de pronto estaba experimentado o viviendo cosas más relevantes que estar aquel día con los amigos con los que tiempo atrás había planeado tantas tardes ver a Radiohead, con los que había cantado tantas veces esas canciones oscuras pero igualmente brillantes, entonces yo no me entristecería ni mucho menos me enojaría por el hecho de que había elegido estar con otras personas en lugar de con nosotros, en verdad esperaba que lo que estuviera haciendo valiera muchísimo la pena, pues de otra forma sería él quien saldría perdiendo, sería él quien no vería la sonrisa de Miriam antes de entrar al concierto, sería él quien no sabría como lucieron los ojos de Abraham tras escuchar Karma Police, quien no escucharía mis comentarios llenos de sentimientos encontrados luego de escuchar Creep, era él quien no estaría ahí al finalizar el concierto, y quien esa noche no cerraría una etapa de su vida con algunos de los mejores amigos de toda su vida.


Lunes 16 de Marzo de 2009 - SEGUNDA PARTE.

La temperatura había comenzado a descender abruptamente, el cielo se mostraba gris y encapotado, y un viento helado comenzaba a rondar por el lugar; Abraham y yo esperábamos expectantes a que iniciara el concierto, Miriam hacía lo mismo pero en una zona distinta del Foro Sol, resultó que su boleto no era igual al nuestro, y al final no estaríamos juntos viendo el concierto, pero de una u otra forma compartiríamos aquel momento.

Frente a nosotros se mostraba el imponente escenario, del cual, en cada uno de sus costados, pendían enormes cilindros blancos que en ese momento me parecieron gigantescos vendajes, que bailaban al compás de un viento que no dejaba de soplar; después de un rato la lluvia menguó hasta que paró del todo, el cielo gris se tornó en negro con algunas pinceladas de azul rey; mientras, tres chicas y un chico se colocaban como podían a mi izquierda, el escenario ensombreció por completo y cuatro figuras empezaron a ingresar en él, indicio de que la presentación de KRAFTWERK estaba por comenzar.

Sentí el peso de la mirada de la chica postrada junto a mi, la misma que apenas hacía unos segundos había llegado de mi lado izquierdo, no pude resistir y volteé mi rostro hacia ella: era delgada, algo baja de estatura, de una cabellera larga, lacia y color castaño claro, con un rostro de facciones exquisitas enmarcadas sobre una piel muy blanca; sus ojos pequeños me miraron con cierto encanto y sus labios delgados me brindaron una sonrisa, detalles que quizás siendo otras mis preferencias me habrían incitado a iniciar el coqueteó previo al flirteo; devolví cortésmente la sonrisa, que fue la señal de confianza que le dio a la chica valor para preguntarme de manera pausada y con dificultad, en un español gracioso que me recordó al DJ del Black Horse, lo siguiente:

–Hola, me puedes decir quiénes son– yo respondí –KRAFTWERK–
En verdad, oh, yo tenía muchas ganas de verlos– sin duda la chica era extranjera.

Sus compañeros comenzaron a fumar y el escandaloso olor que desprendió el cigarrillo delató la presencia de la marihuana, mientras, las enormes pantallas proyectaban el multimedia del primer track del setlist, THE MAN MACHINE; "el sonido era alucinante, machine, machine, machine, rojo, negro, rojo, y sobre él la letras M A C H I N E, una y otra vez"; –¿quieres?– era nuevamente la chica extrajera, otra vez me sonreía, pero ahora su blanca y delgadita mano me mostraba el porro recién aspirado, y yo pensé “por qué no”; le dije que sí, lo tome en mis manos y lo lleve a mis labios, aspire y me impregne de él, un aratito después solté el humo y le devolví el cigarrillo, la operación se repetió varias ocasiones más durante la presentación del los alemanes.

El porro, las luces y el sonido, la agradable compañía y el clima frío que, quizás por efecto de la marihuana o quizás por la cercanía de los cuerpos, poco a poco era menos perceptible, pronto me transportaron a un nivel de relajación total, mis sentidos estaban por completo despejados, yo disfrutaba intensamente el concierto.


KRAFTWERK nos cumplió a cabalidad como los grandes, interpretó todos sus temas más conocidos: NUMBERS, TOUR DE FRANCE, DAS MODEL, etc. A pesar de la intensidad de su presentación, concluyeron el concierto cual robots, de manera automática y sin aspavientos, después dieron las gracias de manera sencilla y abandonaron el escenario sin más ni más.

Tan pronto terminaron, busqué a Abraham –al cual había olvidado un poco por la presentación de KRAFTWERK y otro poco por el porro, aunque creo que él también se había olvidado de mi–, le toqué el hombro, él me volteó a ver, y no sé que notó en mí, pero me preguntó: –¿Qué onda man?– luego se rió y yo sólo le dije –nada, solamente me siento muy feliz–.

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