LA NOCHE DEL CRONICK O LA MOTA ROJA TRAÍDA DE MARRUECOS
(Crónica de un concierto de ZoE)
(Crónica de un concierto de ZoE)
Historia real acaecida entre la transición del Viernes 02 al Sábado 03 de febrero de 2007.
Rolas: Nuevamente Obstacle 1 de Interpol, Sour Times de Portishead, así como Paula y Dead de Zoe, ya que me acompañaron a lo largo de aquella fría noche de invierno.
“…but she can read she can read she can read she can read she's bad…
it's different now that I'm poor and ageing I'll never see this place again you'll go stabbing yourself in the neck…”
Una pálida luz azul inunda una pequeña habitación de servicio junto al hall de la casa marcada con el número 207 del Callejón del Beso; los muebles de la sala principal han sido sustituidos por una opaca luz roja que todo lo contamina; huele a cigarro, a fragancias caras, y el aroma de la mota y el alcohol se mezclan con el aroma a sexo, a sudor, a calor, en una atmósfera fría y fresa; la oscuridad es la mascara perfecta para pasar desapercibido, pero prefiero esta obscuridad pirata a la insípida luz del foco colocado en la entrada principal, donde la idiotez sale a relucir de las bocas estupidas de unos cuantos borrachos mediocres, que no hacen más que dar testimonio de su poca habilidad mental para incomodar a los demás. Son las tres de la mañana, del sábado tres de febrero y es la culminación de una noche insustituible.
La melancolía de noches pasadas se ha transmutado en la alucinante ira de una buena rola de rock; no he hecho otra cosa mas que escuchar en repetidas ocasiones a INTERPOL: escucho la perturbadora voz de Banks por las mañanas, cuando aún no me recupero del clásico sopor del sueño, escucho el bajo de Carlos antes de dormir para sedarme por completo, me drogo con los golpes que Sam atesta a su batería en “Obstacle 1” para soportar la última clase en la Universidad, y antes de comer, escucho la dolorosa “Evil”, para aderezar mis alimentos con la elegancia que sólo un chico de traje negro como Daniel les puede dar.
Pero mientras la penumbra sede a la claridad del día, mis pensamientos incesantes repiten “…y siento que me iba morir, contemplando la membrana azul, de tus ojos fulminando el tiempo y el espacio…”, mientras ruego para que el tiempo transcurra rápidamente, aunque en ello se me vaya la vida. Quiero salir, montarme a mi automóvil blanco y alejarme de aquí, para alejarme de lo mismo de siempre: cosas interrumpidas, cosas dolorosas, rostros cansados y amargados, cosas de las que no quiero hablar porque en verdad las detesto.
Tengo mi boleto desde el miércoles, su precio: $150.00, sumamente barato para la cantidad de dones que habría de recibir por él. Tenía el boleto, pero aun no tenía asegurado el lugar donde habría de contemplar la psicodélica transformada en luz y sonido; una llamada no contestada al mediodía del jueves uno de febrero sería la solución a la falta de lugar para recibir la comunión con Memo Rex Commander; a la una de la tarde el trueque estaba apalabrado, un sitial en la corte del Cronick a cambio de una manifestación de mis limitados conocimientos sobre la falta de emplazamiento en un juicio laboral, los negociantes: “el negro”, Jaime y yo, Holden.
Dientes sucios, aliento a café sumamente cargado, tengo seca la boca, quiero que el tiempo transcurra aun más rápido, me siento desesperado, he comenzado a sudar, necesito a Paul, lo necesito, necesito escuchar su voz diciéndome “in my mind this is my free time to break it all away spend it all today”, pero los segundos transcurren lentamente, mientras mi cordura se escurre a través de las rajaduras que el papel deja sobre las yemas de mis delicados dedos, dedos de niña según algunos que los han tocado, pero la verdad es que son feos, desquebrajados por la sequedad y la debilidad de una piel delicada que me ha sido heredada por la genética, contra la cual no se puede pelear, se tiene o se tiene, y la única manera de vencerla es metiéndote una pistola en la boca, para después apretar el gatillo y terminar con esa pinché genética de mierda que tanto detestas.
Lo he llamado nuevamente, le pregunto dónde se encuentra, me dice que en el hotel con los de la banda, que me tiene un regalo, pero que me lo dará hasta el lunes, hemos quedado de vernos a las diez.
El preludio al concierto ha ocurrido en mi casa, por supuesto, a solas y con rolas de Interpol, la cuales inician el trance de una noche ciento por ciento rock; me marcho de casa aun molesto con mi madre, no sin antes advertirle que no me espere pues no tenía hora de regreso.
Finalmente llegó al lugar, la fila para entrar es enorme; lo dudo un momento pero decido marcarle una vez más, le preguntó que a qué hora piensan dejar entrar a la gente, más el trasfondo de la pregunta no ha sido entendido, en realidad es una suplica para que me ayude a colarme en la fila; nuevamente mi inocencia infantil sale a relucir, me digo a mi mismo: eres ridículo o qué Holden, arreglártelas como puedas; me he acostumbrado a hacer muchas cosas yo sólo, quizás por eso me gusta que los demás dependan de mi o me pidan favores, pero me desagrada pedirlos o depender de alguien; le digo que en cuanto logre entrar le marco nuevamente y vaya con la ironía de la vida, mientras cuelgo mi celular, lo veo correr en la acera de enfrente, pienso en gritarle, pero qué le puedo gritar, me limito a observarlo de lejos mientras da vuelta en la esquina, el Jimmy se esconde tras una puerta.
Bien, aquí estoy, al final de la fila que abarca más de dos cuadras, por detrás del local donde habrá de efectuarse el concierto, tengo frió, pero aun más un poco de temor, me siento un poco solo, me gustaría tener a alguien a lado con quien conversar, últimamente me toca experimentar todo en una gran soledad, más esta noche he decidido romper mis limites.
Las cosas cambian un poco, lo que era el final de la fila ahora es una fracción más de ella, después de mi hay un chavo, es delgado, al parecer no es de Torreón, probablemente sea de Gómez, lo intuyo porque me ha dicho que se perdió antes de llegar aquí, pues no encontraba la dirección, por lo que decidió bajar del pedestal machista que caracteriza a muchos hombres y que les impide preguntar una dirección, para consultar en una gasolinera sobre dónde se encontraba el lugar del concierto –es entonces cuando agradezco a Dios ser feminista–, después de haber sido orientado y buscar un sitio donde estacionarse, logró llegar a la fila, a un lado mio, igual de solitario que yo. “Solo, solo cuando estas mas triste, solo cuando ya no existe, solo cuando….”.
Es delgado, de piel gris opaca, porta una chamarra de cuero negro, de las densas y que aún se sienten húmedas, es un tipo agradable, de cabello rizado y algo largo, de ojos grandes y nariz pequeña, dedos largos y piernas sumamente delgadas, me pregunta si traigo boleto, le digo que si, me cuenta que un amigo lo ha plantado y que desea vender el boleto, pero le contesto que yo ya tengo el mió; finalmente el chavo se arma de valor y se lo ofrece a un mocoso que esta delante de nosotros, éste se lo compra por $100.00, un verdadera ganga.
Comenzamos una charla, una de esas platicas de parloteos triviales, a las que te aferras para no sentirte raro cuando estas rodeado de desconocidos. Después de un rato la suerte nos sonríe –es la premonición de una gran noche de rock– Luís, como se llama el chavo detrás de mi en la fila, saluda a un cuate, un tipo aún más delgado que él, éste se encuentra en una situación un poco lamentable: es menor de edad y en ese momento su juventud es un obstáculo para que los gorilas de la entrada le permitan pasar.
Después de platicar con Luís, le promete regresar por él en un rato, pues tiene un lugar casi en la entrada donde una amiga lo aguarda. Diez minutos después, Luís y yo estamos casi al inicio de la fila, ha tenido un gesto amable conmigo y me ha invitado a acompañarlo con sus amigos para entrar juntos al concierto. Me topo con Román, un cahavo que corrieron de mi Universidad, hace poco me caía mal, de eso ya no hay nada, el tipo es buena onda sólo hay que darle una oportunidad.
Me invade la penumbra, estoy feliz, hemos logrado entrar, Luís primero que yo, ya adentro me dice: -por qué tardaste, los hubieras empujado-, sin embargo mi sentido pacifista y sobretodo el de la cordura se imponen a mi valemadrismo. Me despido de Luís, probablemente sea la última vez que lo vea en mi vida. Marco el celular nuevamente, me contesta y me da indicaciones para llegar hasta su mesa, la cual se encuentra del lado derecho del antro, a un costado del escenario.
Al llegar, lo saludo efusivamente, el sitio es perfecto, sin pensarlo me apodero del que considero es el mejor lugar para apreciar el concierto. La “mesa” es un pequeño semicírculo de sillones roídos de piel roja, empotrados en una pared igualmente roja y deteriorada, al centro del semicírculo hay una pequeña mesa igualmente redonda como de cromos, sobre ella se pueden apreciar los primeros fantasmas del alcohol: unas cuantas botellas de Corona y otras tantas de Victoria, la noche vaticina ser una locura total, estos cabrones se van a poner bien burros.
Además del Jimmy, están Román, Rolando, un tipo de cuyo nombre no me acuerdo pero que igual me cae bien y el “Barras”. En la “mesa” también hay una chica llamada Alejandra, acompañada de un chavo de blazer azul llamado Jorge, también hay dos tipos muy peculiares, el primero llamado Joy, no muy alto, chobison, de cabello rizado y piel gris verdosa, porta elegantemente unos lentes Ray Band de poca madre: son negros, profundamente obscuros, con incrustaciones de carey y armazón de metal color dorado, en verdad unos lentes hermosos y que fueron el primer objeto de mi envidia.
El otro se llama Cesar, aun más peculiar que Joy, esa noche portaba unos jeans desgastados y un blazer color gris, su piel cetrina hacia juego con el color café de su cabello sumamente rizado y esponjado, nunca vi el color de sus ojos, siempre estuvieron ocultos bajo unos lentes blancos; no se si fue todo su atuendo o el estrambótico cabello, o quizás los primeros efectos del vodka, pero en algún momento llegue a pensar que Cesar era chica, pero no, era un tipo, sólo que me parecía una por su afro al estilo Ely Guerra.
Pedí mi segundo vodka tonic, herencia de “Lost In Translation”, y es que el vodka tonic es una de mis bebidas favorita desde que Charlotte, el personaje de Scarlett Johansson lo tomó en la película; al vodka tonic solamente lo superan un sofisticado Manhattan o un pecaminoso Cosmo, sin duda, para bebidas soy muy elitista, jamás me ha pasado la puta cheve, lo siento, pero es un trauma de mi niñez, desde chico me provoca cierta repulsión el sabor de la cerveza ahogado en mi garganta.
Los minutos pasan, el alcohol comienza a surtir sus efectos, estoy sumamente desinhibido, comienzo a socializar con Joy, veo la gente a mi alrededor; frente a mi mesa esta Claudita, una vieja amiga de la prepa, más amiga de uno de mis amigos íntimos que mía, la saludo y al mismo momento la pierdo de vista entre la penumbra y el mar de gente que la devora.
El concierto comienza a las doce en punto, los acordes de Memo Rex son los primeros en apoderarse del escenario, la luces violetas y rosas dan vuelta por todo el lugar, el público impaciente aguarda la salida de León y el resto de la banda, los gritos son suplicas, ya los quieren ver, yo sólo quería otro vodka tonic. Y de pronto apareció, el magnifico, el bien vestido, León, de ojos grandes, de mirada perdida, de labios delgados y pómulos prominentes, de piel blanca y de cabello alborotado; León, portando una fantástico abrigo de tweed, probablemente de diseñador, un abrigo hermoso que fue el segundo objeto material de mi afecto y envidia esa noche.
“Memoooooooo Rex… renuncio a todo menos a morir, sin ni siquiera haberlo intentado, Memo Rex… derrama todo lo que desangra de ti y vamos por el túnel del amor… ”.
Las rolas se confunden con las luces de las lámparas en el escenario, estoy en éxtasis; rosa, plateado, violeta, plateado, violeta, rosa, violeta, penumbra, “y tengo luz, y tengo fuerza, y tengo luz y tengo fuerza”, alzo los brazos y recibo los primeros dones, me deshago de la desolación, del dolor, de la tristeza, mi cuerpo extasiado recibe energía positiva, la energía que sólo el rock te pude dar.
Mi cabeza gira, rosa, plateado, violeta, penumbra, luz plena, siguen las rolas, mi cabeza gira, mis dedos se mueven al compás de “Vinyl”, salto, no lo puedo evitar “que me haga sentir, que me haga soñar, o que me haga sufrir… y aunque dijiste que era cosa de solo una noche, que ya no me aguanto de volverte a tener” y León haciendo ademanes de quererse coger a varias de las presentes.
El tipo canta, baila, salta, se vuelve loco, se droga con su propia música, con su propia voz, la máxima expresión del amor al rock, rosa, violeta, plateado, plateado, violeta, penumbra. Las rolas siguen, la energía sigue fluyendo, la orgía musical esta comenzando. Llega el primer orgasmo, “Vía Láctea”, la gente enloquece, yo enloquezco, y sin embargo, ese es el momento que menos recuerdo de aquella noche. “Llevo el prisma de tus ojos en mi casco de astronauta y la tímida aurora de tu celular”.
Joy pide a Cesar otra cerveza, por el momento se han terminado en la mesa, yo le pido una, yo la pago, acepta el pequeño regalo, me lo he echado a la bolsa, el tipo me cae bien, es chidismo. Las rolas avanzan, salto, canto, grito, levanto los brazos, no hay orden mental, pero recuerdo que cantan “Triste Sister”, “Human Sapace Volt”, “The Room”, y después otro colapso nervioso,“Nunca me digas que no puedo, nunca me digas que creer, no vez que ya no tengo miedo, no me pongas tuuuuuus caaaaaaaderas, perdóname si no te sigo, pero me aburre caminar, me construí unas alas de cartón y voy a intentar llegar al sol aunque me muera de calor…”. Vuelvo a cantar como loco, la luz inunda todo.
León saluda al publico con una voz aniñada, que resulta totalmente distinta a esa voz potente y seductora del tipo que canta: “…no me destruyas más, mejor desaparece, borraste mis alas que me duelen, no me destruyas más, no me destruyas más, no necesito más, no me destruyas más, ya no afiles las navajas ya no me haces daño cuando me las clavas, ya no afiles los colmillos, ya no me hacen daño cuando me los hundes…”.
Una hora, un espacio en la línea del tiempo tan pequeño, insuficiente para salir del trance, del éxtasis, la corte celestial clama por otra canción, Jimmy apacigua los ánimos, dice que aun falta media hora, pero que ningún concierto seria igual sin el clásico “otra, otra”; y es que en verdad el “otra” es un integrante más de toda banda alrededor del mundo, desde U2 hasta Los Tucanes de Tijuana, todos lo conocen, todos lo aman y lo odian.
Sale Sergio, le dedica la siguiente rola a una tía que esta en el concierto, él es de Torreón, una ciudad que León dice adorar pues pasó casi toda la primaria en ella, además Rodrigo también ha vivido en aquí. La rola que alerta al animal hambriento de él “otra” es “Paula”, llega el segundo orgasmo previo al éxtasis total.
“Paula, Paula, me falta tu mirada, tu sonrisa dulce y tu cuerpo al despertar, dónde estas, dónde estas, dónde vas...”, no puedo dejar de cantar, me he enamorado de una Paula que ni conozco, me la imagino menudita, con unas caderas redondas, con una piel suavecita como la de una nectarina, su cabello lacio cae sobre su espalda como una delicada y pequeña capa, esta desnuda, huele a almohada, a sudor, a juventud.
Finalmente el enajenamiento llega a su máxima expresión, experimento una milésima parte de lo que Santa Teresa sintió al estar en éxtasis, esa crisis extrasensorial de carácter divino con tintes eróticos. La rola que he esperado toda la noche, el motivo por el que yo estoy aquí, mi rola, la rola, “Dead”. Suena la batería, los sintetizadores, el teclado, el bajo y la guitarra, y ahí la psicodélica voz de León consagrando la orgiástica comunión musical.
“Y sieeeeeeeeeeeeeentoo que me iba morir, contemplando la membrana azul de tus ojos fulminando el tiempo y el espacio, sieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeentooooo que me voy a hundir, que mis labios no funcionan más, que tus lagrimas de láseeeeeer desintegran mis palabras, Dead Dead…”.
Canto como poseso, mi voz se desgarra con cada nota, estoy poseído, mis dedos se mueven sin control pero al compás de la música, de los colores, del humo de los cigarros, del alcohol fluyendo por mis venas.
“Y sieeeeeeeeeeeeeentoo que me iba morir, contemplando la membrana azul de tus ojos fulminando el tiempo y el espacio, sieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeentooooo que me voy a hundir, que mis labios no funcionan más, que tus lagrimas de láser desintegran mis palabras, Dead Dead…”.
Estoy completamente ronco, afónico, ninguna rola ya me interesa, pero aún faltan unas cuanta, como “Soñé” y “Love”, ésta última que ocuparía sin dudarlo el titulo de “la más coreada” en la primera página de la sección de espectáculos, que “El Siglo de Torreón” dedicaría a este magnifico concierto.
Ahí termina la tocada, y como el buen sexo, agradable, rico, fuerte, nos deja llenos pero con ganas de más, sin embargo por el momento es suficiente. Todos acosan al Jimmy, su enmicado de “All Access” es nuestra llave al “After” del concierto. Por fin experimentaría otro after, con esa inigualable sensación de temor, de recelo, de desesperación por saber el tan guardado secreto del ya rumor: el domicilio donde habrá de ser el “after”.
-Joy, llévatelo, y tú carbón márcame en veinte minutos, ok, para decirles la dirección- Nos dice el Jimmy a Joy y después a mi. Así inicia mi nueva aventura del sábado tres de febrero. Una pequeña parada en el W. C. me hace perderlo de vista, no lo encuentro, prefiero salir del local, tal vez tenga más suerte afuera; al exterior la luna luce brillante, tanto que ni las luces fulgurantes de la Mercedes Benz de un costado logran opacarla.
La melancolía de noches pasadas se ha transmutado en la alucinante ira de una buena rola de rock; no he hecho otra cosa mas que escuchar en repetidas ocasiones a INTERPOL: escucho la perturbadora voz de Banks por las mañanas, cuando aún no me recupero del clásico sopor del sueño, escucho el bajo de Carlos antes de dormir para sedarme por completo, me drogo con los golpes que Sam atesta a su batería en “Obstacle 1” para soportar la última clase en la Universidad, y antes de comer, escucho la dolorosa “Evil”, para aderezar mis alimentos con la elegancia que sólo un chico de traje negro como Daniel les puede dar.
Pero mientras la penumbra sede a la claridad del día, mis pensamientos incesantes repiten “…y siento que me iba morir, contemplando la membrana azul, de tus ojos fulminando el tiempo y el espacio…”, mientras ruego para que el tiempo transcurra rápidamente, aunque en ello se me vaya la vida. Quiero salir, montarme a mi automóvil blanco y alejarme de aquí, para alejarme de lo mismo de siempre: cosas interrumpidas, cosas dolorosas, rostros cansados y amargados, cosas de las que no quiero hablar porque en verdad las detesto.
Tengo mi boleto desde el miércoles, su precio: $150.00, sumamente barato para la cantidad de dones que habría de recibir por él. Tenía el boleto, pero aun no tenía asegurado el lugar donde habría de contemplar la psicodélica transformada en luz y sonido; una llamada no contestada al mediodía del jueves uno de febrero sería la solución a la falta de lugar para recibir la comunión con Memo Rex Commander; a la una de la tarde el trueque estaba apalabrado, un sitial en la corte del Cronick a cambio de una manifestación de mis limitados conocimientos sobre la falta de emplazamiento en un juicio laboral, los negociantes: “el negro”, Jaime y yo, Holden.
Dientes sucios, aliento a café sumamente cargado, tengo seca la boca, quiero que el tiempo transcurra aun más rápido, me siento desesperado, he comenzado a sudar, necesito a Paul, lo necesito, necesito escuchar su voz diciéndome “in my mind this is my free time to break it all away spend it all today”, pero los segundos transcurren lentamente, mientras mi cordura se escurre a través de las rajaduras que el papel deja sobre las yemas de mis delicados dedos, dedos de niña según algunos que los han tocado, pero la verdad es que son feos, desquebrajados por la sequedad y la debilidad de una piel delicada que me ha sido heredada por la genética, contra la cual no se puede pelear, se tiene o se tiene, y la única manera de vencerla es metiéndote una pistola en la boca, para después apretar el gatillo y terminar con esa pinché genética de mierda que tanto detestas.
Lo he llamado nuevamente, le pregunto dónde se encuentra, me dice que en el hotel con los de la banda, que me tiene un regalo, pero que me lo dará hasta el lunes, hemos quedado de vernos a las diez.
El preludio al concierto ha ocurrido en mi casa, por supuesto, a solas y con rolas de Interpol, la cuales inician el trance de una noche ciento por ciento rock; me marcho de casa aun molesto con mi madre, no sin antes advertirle que no me espere pues no tenía hora de regreso.
Finalmente llegó al lugar, la fila para entrar es enorme; lo dudo un momento pero decido marcarle una vez más, le preguntó que a qué hora piensan dejar entrar a la gente, más el trasfondo de la pregunta no ha sido entendido, en realidad es una suplica para que me ayude a colarme en la fila; nuevamente mi inocencia infantil sale a relucir, me digo a mi mismo: eres ridículo o qué Holden, arreglártelas como puedas; me he acostumbrado a hacer muchas cosas yo sólo, quizás por eso me gusta que los demás dependan de mi o me pidan favores, pero me desagrada pedirlos o depender de alguien; le digo que en cuanto logre entrar le marco nuevamente y vaya con la ironía de la vida, mientras cuelgo mi celular, lo veo correr en la acera de enfrente, pienso en gritarle, pero qué le puedo gritar, me limito a observarlo de lejos mientras da vuelta en la esquina, el Jimmy se esconde tras una puerta.
Bien, aquí estoy, al final de la fila que abarca más de dos cuadras, por detrás del local donde habrá de efectuarse el concierto, tengo frió, pero aun más un poco de temor, me siento un poco solo, me gustaría tener a alguien a lado con quien conversar, últimamente me toca experimentar todo en una gran soledad, más esta noche he decidido romper mis limites.
Las cosas cambian un poco, lo que era el final de la fila ahora es una fracción más de ella, después de mi hay un chavo, es delgado, al parecer no es de Torreón, probablemente sea de Gómez, lo intuyo porque me ha dicho que se perdió antes de llegar aquí, pues no encontraba la dirección, por lo que decidió bajar del pedestal machista que caracteriza a muchos hombres y que les impide preguntar una dirección, para consultar en una gasolinera sobre dónde se encontraba el lugar del concierto –es entonces cuando agradezco a Dios ser feminista–, después de haber sido orientado y buscar un sitio donde estacionarse, logró llegar a la fila, a un lado mio, igual de solitario que yo. “Solo, solo cuando estas mas triste, solo cuando ya no existe, solo cuando….”.
Es delgado, de piel gris opaca, porta una chamarra de cuero negro, de las densas y que aún se sienten húmedas, es un tipo agradable, de cabello rizado y algo largo, de ojos grandes y nariz pequeña, dedos largos y piernas sumamente delgadas, me pregunta si traigo boleto, le digo que si, me cuenta que un amigo lo ha plantado y que desea vender el boleto, pero le contesto que yo ya tengo el mió; finalmente el chavo se arma de valor y se lo ofrece a un mocoso que esta delante de nosotros, éste se lo compra por $100.00, un verdadera ganga.
Comenzamos una charla, una de esas platicas de parloteos triviales, a las que te aferras para no sentirte raro cuando estas rodeado de desconocidos. Después de un rato la suerte nos sonríe –es la premonición de una gran noche de rock– Luís, como se llama el chavo detrás de mi en la fila, saluda a un cuate, un tipo aún más delgado que él, éste se encuentra en una situación un poco lamentable: es menor de edad y en ese momento su juventud es un obstáculo para que los gorilas de la entrada le permitan pasar.
Después de platicar con Luís, le promete regresar por él en un rato, pues tiene un lugar casi en la entrada donde una amiga lo aguarda. Diez minutos después, Luís y yo estamos casi al inicio de la fila, ha tenido un gesto amable conmigo y me ha invitado a acompañarlo con sus amigos para entrar juntos al concierto. Me topo con Román, un cahavo que corrieron de mi Universidad, hace poco me caía mal, de eso ya no hay nada, el tipo es buena onda sólo hay que darle una oportunidad.
Me invade la penumbra, estoy feliz, hemos logrado entrar, Luís primero que yo, ya adentro me dice: -por qué tardaste, los hubieras empujado-, sin embargo mi sentido pacifista y sobretodo el de la cordura se imponen a mi valemadrismo. Me despido de Luís, probablemente sea la última vez que lo vea en mi vida. Marco el celular nuevamente, me contesta y me da indicaciones para llegar hasta su mesa, la cual se encuentra del lado derecho del antro, a un costado del escenario.
Al llegar, lo saludo efusivamente, el sitio es perfecto, sin pensarlo me apodero del que considero es el mejor lugar para apreciar el concierto. La “mesa” es un pequeño semicírculo de sillones roídos de piel roja, empotrados en una pared igualmente roja y deteriorada, al centro del semicírculo hay una pequeña mesa igualmente redonda como de cromos, sobre ella se pueden apreciar los primeros fantasmas del alcohol: unas cuantas botellas de Corona y otras tantas de Victoria, la noche vaticina ser una locura total, estos cabrones se van a poner bien burros.
Además del Jimmy, están Román, Rolando, un tipo de cuyo nombre no me acuerdo pero que igual me cae bien y el “Barras”. En la “mesa” también hay una chica llamada Alejandra, acompañada de un chavo de blazer azul llamado Jorge, también hay dos tipos muy peculiares, el primero llamado Joy, no muy alto, chobison, de cabello rizado y piel gris verdosa, porta elegantemente unos lentes Ray Band de poca madre: son negros, profundamente obscuros, con incrustaciones de carey y armazón de metal color dorado, en verdad unos lentes hermosos y que fueron el primer objeto de mi envidia.
El otro se llama Cesar, aun más peculiar que Joy, esa noche portaba unos jeans desgastados y un blazer color gris, su piel cetrina hacia juego con el color café de su cabello sumamente rizado y esponjado, nunca vi el color de sus ojos, siempre estuvieron ocultos bajo unos lentes blancos; no se si fue todo su atuendo o el estrambótico cabello, o quizás los primeros efectos del vodka, pero en algún momento llegue a pensar que Cesar era chica, pero no, era un tipo, sólo que me parecía una por su afro al estilo Ely Guerra.
Pedí mi segundo vodka tonic, herencia de “Lost In Translation”, y es que el vodka tonic es una de mis bebidas favorita desde que Charlotte, el personaje de Scarlett Johansson lo tomó en la película; al vodka tonic solamente lo superan un sofisticado Manhattan o un pecaminoso Cosmo, sin duda, para bebidas soy muy elitista, jamás me ha pasado la puta cheve, lo siento, pero es un trauma de mi niñez, desde chico me provoca cierta repulsión el sabor de la cerveza ahogado en mi garganta.
Los minutos pasan, el alcohol comienza a surtir sus efectos, estoy sumamente desinhibido, comienzo a socializar con Joy, veo la gente a mi alrededor; frente a mi mesa esta Claudita, una vieja amiga de la prepa, más amiga de uno de mis amigos íntimos que mía, la saludo y al mismo momento la pierdo de vista entre la penumbra y el mar de gente que la devora.
El concierto comienza a las doce en punto, los acordes de Memo Rex son los primeros en apoderarse del escenario, la luces violetas y rosas dan vuelta por todo el lugar, el público impaciente aguarda la salida de León y el resto de la banda, los gritos son suplicas, ya los quieren ver, yo sólo quería otro vodka tonic. Y de pronto apareció, el magnifico, el bien vestido, León, de ojos grandes, de mirada perdida, de labios delgados y pómulos prominentes, de piel blanca y de cabello alborotado; León, portando una fantástico abrigo de tweed, probablemente de diseñador, un abrigo hermoso que fue el segundo objeto material de mi afecto y envidia esa noche.
“Memoooooooo Rex… renuncio a todo menos a morir, sin ni siquiera haberlo intentado, Memo Rex… derrama todo lo que desangra de ti y vamos por el túnel del amor… ”.
Las rolas se confunden con las luces de las lámparas en el escenario, estoy en éxtasis; rosa, plateado, violeta, plateado, violeta, rosa, violeta, penumbra, “y tengo luz, y tengo fuerza, y tengo luz y tengo fuerza”, alzo los brazos y recibo los primeros dones, me deshago de la desolación, del dolor, de la tristeza, mi cuerpo extasiado recibe energía positiva, la energía que sólo el rock te pude dar.
Mi cabeza gira, rosa, plateado, violeta, penumbra, luz plena, siguen las rolas, mi cabeza gira, mis dedos se mueven al compás de “Vinyl”, salto, no lo puedo evitar “que me haga sentir, que me haga soñar, o que me haga sufrir… y aunque dijiste que era cosa de solo una noche, que ya no me aguanto de volverte a tener” y León haciendo ademanes de quererse coger a varias de las presentes.
El tipo canta, baila, salta, se vuelve loco, se droga con su propia música, con su propia voz, la máxima expresión del amor al rock, rosa, violeta, plateado, plateado, violeta, penumbra. Las rolas siguen, la energía sigue fluyendo, la orgía musical esta comenzando. Llega el primer orgasmo, “Vía Láctea”, la gente enloquece, yo enloquezco, y sin embargo, ese es el momento que menos recuerdo de aquella noche. “Llevo el prisma de tus ojos en mi casco de astronauta y la tímida aurora de tu celular”.
Joy pide a Cesar otra cerveza, por el momento se han terminado en la mesa, yo le pido una, yo la pago, acepta el pequeño regalo, me lo he echado a la bolsa, el tipo me cae bien, es chidismo. Las rolas avanzan, salto, canto, grito, levanto los brazos, no hay orden mental, pero recuerdo que cantan “Triste Sister”, “Human Sapace Volt”, “The Room”, y después otro colapso nervioso,“Nunca me digas que no puedo, nunca me digas que creer, no vez que ya no tengo miedo, no me pongas tuuuuuus caaaaaaaderas, perdóname si no te sigo, pero me aburre caminar, me construí unas alas de cartón y voy a intentar llegar al sol aunque me muera de calor…”. Vuelvo a cantar como loco, la luz inunda todo.
León saluda al publico con una voz aniñada, que resulta totalmente distinta a esa voz potente y seductora del tipo que canta: “…no me destruyas más, mejor desaparece, borraste mis alas que me duelen, no me destruyas más, no me destruyas más, no necesito más, no me destruyas más, ya no afiles las navajas ya no me haces daño cuando me las clavas, ya no afiles los colmillos, ya no me hacen daño cuando me los hundes…”.
Una hora, un espacio en la línea del tiempo tan pequeño, insuficiente para salir del trance, del éxtasis, la corte celestial clama por otra canción, Jimmy apacigua los ánimos, dice que aun falta media hora, pero que ningún concierto seria igual sin el clásico “otra, otra”; y es que en verdad el “otra” es un integrante más de toda banda alrededor del mundo, desde U2 hasta Los Tucanes de Tijuana, todos lo conocen, todos lo aman y lo odian.
Sale Sergio, le dedica la siguiente rola a una tía que esta en el concierto, él es de Torreón, una ciudad que León dice adorar pues pasó casi toda la primaria en ella, además Rodrigo también ha vivido en aquí. La rola que alerta al animal hambriento de él “otra” es “Paula”, llega el segundo orgasmo previo al éxtasis total.
“Paula, Paula, me falta tu mirada, tu sonrisa dulce y tu cuerpo al despertar, dónde estas, dónde estas, dónde vas...”, no puedo dejar de cantar, me he enamorado de una Paula que ni conozco, me la imagino menudita, con unas caderas redondas, con una piel suavecita como la de una nectarina, su cabello lacio cae sobre su espalda como una delicada y pequeña capa, esta desnuda, huele a almohada, a sudor, a juventud.
Finalmente el enajenamiento llega a su máxima expresión, experimento una milésima parte de lo que Santa Teresa sintió al estar en éxtasis, esa crisis extrasensorial de carácter divino con tintes eróticos. La rola que he esperado toda la noche, el motivo por el que yo estoy aquí, mi rola, la rola, “Dead”. Suena la batería, los sintetizadores, el teclado, el bajo y la guitarra, y ahí la psicodélica voz de León consagrando la orgiástica comunión musical.
“Y sieeeeeeeeeeeeeentoo que me iba morir, contemplando la membrana azul de tus ojos fulminando el tiempo y el espacio, sieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeentooooo que me voy a hundir, que mis labios no funcionan más, que tus lagrimas de láseeeeeer desintegran mis palabras, Dead Dead…”.
Canto como poseso, mi voz se desgarra con cada nota, estoy poseído, mis dedos se mueven sin control pero al compás de la música, de los colores, del humo de los cigarros, del alcohol fluyendo por mis venas.
“Y sieeeeeeeeeeeeeentoo que me iba morir, contemplando la membrana azul de tus ojos fulminando el tiempo y el espacio, sieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeentooooo que me voy a hundir, que mis labios no funcionan más, que tus lagrimas de láser desintegran mis palabras, Dead Dead…”.
Estoy completamente ronco, afónico, ninguna rola ya me interesa, pero aún faltan unas cuanta, como “Soñé” y “Love”, ésta última que ocuparía sin dudarlo el titulo de “la más coreada” en la primera página de la sección de espectáculos, que “El Siglo de Torreón” dedicaría a este magnifico concierto.
Ahí termina la tocada, y como el buen sexo, agradable, rico, fuerte, nos deja llenos pero con ganas de más, sin embargo por el momento es suficiente. Todos acosan al Jimmy, su enmicado de “All Access” es nuestra llave al “After” del concierto. Por fin experimentaría otro after, con esa inigualable sensación de temor, de recelo, de desesperación por saber el tan guardado secreto del ya rumor: el domicilio donde habrá de ser el “after”.
-Joy, llévatelo, y tú carbón márcame en veinte minutos, ok, para decirles la dirección- Nos dice el Jimmy a Joy y después a mi. Así inicia mi nueva aventura del sábado tres de febrero. Una pequeña parada en el W. C. me hace perderlo de vista, no lo encuentro, prefiero salir del local, tal vez tenga más suerte afuera; al exterior la luna luce brillante, tanto que ni las luces fulgurantes de la Mercedes Benz de un costado logran opacarla.
Después de unos minutos aparece el Joy y comienza a charlar conmigo, me dice que lo siga. Llegamos al lugar donde están los autos de Rolando y Jorge, un Chevrolet blanco y un Focus guinda, los esperamos unos minutos. El Joy dice que soy a toda madre porque le piche una cerveza, que soy su cuate, que soy a toda madre; llegan todos a donde están los autos, permanecemos ahí un buen rato, descansando. En aquellos minutos entablo una conversación con el Rolando, principalmente sobre la Universidad y las tensiones del día. Se toma una decisión: ir a casa de Jorge a continuar la fiesta.
Jorge y Alejandra se montan en el focus guinda, Rolando, Joy, Cesar y yo en el Chevrolet blanco; todos andamos súper ebrios, súper extasiados, súper drogados de rock. Rolando enciende el motor, el primer viaje comienza con los Mars Volta de música de fondo, estoy tan buorracho que no recuerdo cual es la canción, pero me gusta. Pasamos los semáforos lentamente pero sin temor; Joy a mi lado en el asiento trasero esta feliz, no deja de hablar, Rolando esta concentrado en el volante, algo raro en él, César esta perdido, estampado, sin embargo no logro reconocer su estado pacheco en un inicio.
El auto comienza a andar rápido, el focus guinda se nos pierde de vista, pero no nos importa; César comienza a mostrarse desesperado, Rolando se ríe sin sentido alguno, mientras el Joy pregunta la hora en la que el negro va a llamar, le digo que somos nosotros los que debemos hablarle -Pues ya márcale, ya quiero estar ahí- hemos roto el turrón por completo, le digo a Joy que aguarde, que aun no.
El viaje continua, pasamos de lado de un Oxxo, punto en el que Cesar indica que ya es legal fumar la Cronick, pues estamos a unas cuadras de casa de Jorge -Has fumado la mota verde, pues esta es roja, traída de Marruecos, yo tengo, por si quieres, se llama cronick, es otro pedo– me dice el Joy para concluir posteriormente con -eres a toda madre, has probado la cronick, es mota roja traída de Marruecos, la trae el Cesar, el estudia en el Tec de Monterrey, pero el de Monterrey.
–La cronick es otro pedo, sabes qué es– le digo al Joy que no lo se –ah, pues es una mota roja traída de Marruecos, es la mamada, te estampas con ella. Oye, quieres cronick– le doy las gracias y le digo nuevamente que no.
–Ya quiero llegar al after, márcale al negro, márcale al negro, para que nos diga donde es– dice por enésima vez en la noche el pinche Joy. Le marco, me dice que dentro de quince minutos lo haga nuevamente, pues aun esta en los camerinos con Zoe, y no se porque pero de pronto me imagine que también con algunas grupies.
–Ya quiero estar con el León– dice Joy –para darle la pinche cronick, aunque el ya debe saber cual es, jajaja. Sabes qué es– A lo largo de toda la noche el Joy me había dado una limitada pero constante cátedra sobre lo que es el cronick y lo efectos que produce, así que ya un poco cansado le digo en tono un poco irónico –creo es una mota roja ¿no?– Entonces César me corrige –roja con verde– pequeño detalle, enseguida el Joy vuelve a cuestionarme –Sabes qué es la cronick– la pregunta me causó risa más que hastió, por lo que preferí contestarle un poco más alegre –claro guey, es una mota roja que nos importa de muy buena gana Marruecos, y con la que te estampas chingonsisimo- el Joy se ríe.
–Márcale al negro– quince minutos después –márcale al pinche negro– diez minutos después –márcale al negro- varios minutos después en múltiples ocasiones –márcale al negro, que ya quiero llegar al after, quiero huacarear– en este punto no sabía si reírme o bajarme inmediatamente del vehiculo, lo cierto es que todos en ese automóvil estábamos demasiado... animados.
Llegamos a la casa de Jorge, pero no bajamos de los autos, no se la razón, pero no lo hacemos, de manera tácita permanecemos montados en los vehículos, Jorge y Alejandra en el Focus, y nosotros en el auto de Rolando. Cesar decide darle nuevamente un toque a la cronick y después compartirla con Joy, Rolando prefiere una línea de coca, yo sólo me limito a escuchar a Mars Volta mientras los veo disfrutar la droga. Cesar se comunica con los ocupantes del otro auto por su celular, no se de que hablan, pero la verdad no me importa.
Joy comienza a verse un poco enfermo, constantemente dice que quiere vomitar, finalmente se baja del auto y empieza a cantar Oaxaca, yo busco un poco de papal para que se pueda limpiar el vomito, en mis bolsillos encuentro un poco (siempre traigo un pañuelos desechables en mis bolsillos por si se necesitan), bajo del auto y se lo ofrezco, además le pregunto si necesita otra cosa, pero me dice que no, que lo deje un momento solo. Así lo hago, además aprovecho para relacionarme con un enorme árbol que se encontraba al final de la cuadra, él me ofreció cobijo y yo, la acumulación del vodka que había ingerido a lo largo de la noche.
Joy y yo subimos al coche, la charlas continúan, Joy, Cesar y Rolando me dieron una cátedra de mota y coca, mi primera experiencia con ella, bueno, no la probé, no esa noche, debí hacerlo. En fin, lo que en otro tiempo habría condenado, me habría alterado, hoy me parecía chidisimo, genial, divertido, cool. No tenia miedo, y ¿si nos agarraban?, y que, ellos siempre andan con coca y mota y no les ha pasado nada, tente al diablo, lo pude perder todo en una noche, y sin embargo me vale madre, no me remuerde la conciencia, valió la pena, lo volvería a hacer.
A insistencia de Joy le marco a Jaime, al negro al fin nos da la dirección: Callejón del Beso, ampliación La Rosita. Joy: ¿Pero es la Rosa de Gómez o Torreón, dónde estamos? Yo: ¿En donde demonios estamos Joy, en Torreón o Gómez? Joy: Pues en Torreón. Yo: Entonces creo que es Torreón Joy, no en Gómez, jajajaja. Rolando y Cesar se desternillan de risa; Cesar se comunica nuevamente por celular con los pasajeros del focus e iniciamos nuevamente la marcha. Casi diez minutos después de viaje llegamos al boulevard Revolución, a lo lejos vemos un reten policiaco, nos asusta, Rolando me consulta como si fuera un perito en ocultar droga sobre qué debíamos hacer, creo que lo hizo porque yo era el más cuerdo en ese momento, así que le digo que rodemos el reten, y Joy le dice a Cesar que se deshaga de todo, que lo pase al carro de Jorge. Después de una nueva llamada al focus, los dos autos se detienen en el oscuro estacionamiento de una mueblería, varias cuadras antes del reten.
Cesar y Rolando optan por ocultar la cronick, la coca y las cervezas en la cajuela del otro auto, asumiendo que al ser ocupado por una chica y un chico simplemente no despertarían sospechas. Nuevamente inicia la caravana, Joy le dice a Cesar –no traes nada pinche Cesar, si traes algo métetelo por el culo guey, cabron, no quiero que nos agarren– la noche avanza mientras rodeamos el reten; no ha pasado nada, hemos burlado a la autoridad.
Al fin arribamos a la Colonia donde sería el after, hay enormes filas de autos para llegar a ella; comienzo a experimentar esa expectativa, esa emoción de buscar una buena fiesta un sábado por la madrugada, esa sensación de llegar sin invitación a un lugar, un completo desconocido, un extraño en un lugar diferente, con gente desconocida, una fiesta underground, en una colonia nice de Torreón.
Después de mucho buscar encontramos estacionamiento, justo en ese momento llega el negro con su movida de una sola noche, una chica morena y flacucha, ambos bajan del athos de un amigo suyo, el cual luce por demás gracioso junto al resto de los carros carisimos estacionados a su alrededor. Nos ve e inmediatamente nos saluda, se acerca a mi y me dice –tú cotorréatela, yo traigo un negocio- o sea, desafanate pues voy a coger, jajaja, y concluye diciendo –Ok tu llégale, ahí están ellos– señalándome a Joy a los demás, tras estas palabras no lo volvería a ver el resto de la noche.
Entramos a la casa donde era el after, estaba atestada completamente de personas, había gente por doquier, casi no había espacios vacíos, de ahí que no recuerde exactamente si la casa era grande o pequeña, simplemente no se podía hacer nada adentro por lo que decidí salir al pórtico.
Jorge y Alejandra se montan en el focus guinda, Rolando, Joy, Cesar y yo en el Chevrolet blanco; todos andamos súper ebrios, súper extasiados, súper drogados de rock. Rolando enciende el motor, el primer viaje comienza con los Mars Volta de música de fondo, estoy tan buorracho que no recuerdo cual es la canción, pero me gusta. Pasamos los semáforos lentamente pero sin temor; Joy a mi lado en el asiento trasero esta feliz, no deja de hablar, Rolando esta concentrado en el volante, algo raro en él, César esta perdido, estampado, sin embargo no logro reconocer su estado pacheco en un inicio.
El auto comienza a andar rápido, el focus guinda se nos pierde de vista, pero no nos importa; César comienza a mostrarse desesperado, Rolando se ríe sin sentido alguno, mientras el Joy pregunta la hora en la que el negro va a llamar, le digo que somos nosotros los que debemos hablarle -Pues ya márcale, ya quiero estar ahí- hemos roto el turrón por completo, le digo a Joy que aguarde, que aun no.
El viaje continua, pasamos de lado de un Oxxo, punto en el que Cesar indica que ya es legal fumar la Cronick, pues estamos a unas cuadras de casa de Jorge -Has fumado la mota verde, pues esta es roja, traída de Marruecos, yo tengo, por si quieres, se llama cronick, es otro pedo– me dice el Joy para concluir posteriormente con -eres a toda madre, has probado la cronick, es mota roja traída de Marruecos, la trae el Cesar, el estudia en el Tec de Monterrey, pero el de Monterrey.
–La cronick es otro pedo, sabes qué es– le digo al Joy que no lo se –ah, pues es una mota roja traída de Marruecos, es la mamada, te estampas con ella. Oye, quieres cronick– le doy las gracias y le digo nuevamente que no.
–Ya quiero llegar al after, márcale al negro, márcale al negro, para que nos diga donde es– dice por enésima vez en la noche el pinche Joy. Le marco, me dice que dentro de quince minutos lo haga nuevamente, pues aun esta en los camerinos con Zoe, y no se porque pero de pronto me imagine que también con algunas grupies.
–Ya quiero estar con el León– dice Joy –para darle la pinche cronick, aunque el ya debe saber cual es, jajaja. Sabes qué es– A lo largo de toda la noche el Joy me había dado una limitada pero constante cátedra sobre lo que es el cronick y lo efectos que produce, así que ya un poco cansado le digo en tono un poco irónico –creo es una mota roja ¿no?– Entonces César me corrige –roja con verde– pequeño detalle, enseguida el Joy vuelve a cuestionarme –Sabes qué es la cronick– la pregunta me causó risa más que hastió, por lo que preferí contestarle un poco más alegre –claro guey, es una mota roja que nos importa de muy buena gana Marruecos, y con la que te estampas chingonsisimo- el Joy se ríe.
–Márcale al negro– quince minutos después –márcale al pinche negro– diez minutos después –márcale al negro- varios minutos después en múltiples ocasiones –márcale al negro, que ya quiero llegar al after, quiero huacarear– en este punto no sabía si reírme o bajarme inmediatamente del vehiculo, lo cierto es que todos en ese automóvil estábamos demasiado... animados.
Llegamos a la casa de Jorge, pero no bajamos de los autos, no se la razón, pero no lo hacemos, de manera tácita permanecemos montados en los vehículos, Jorge y Alejandra en el Focus, y nosotros en el auto de Rolando. Cesar decide darle nuevamente un toque a la cronick y después compartirla con Joy, Rolando prefiere una línea de coca, yo sólo me limito a escuchar a Mars Volta mientras los veo disfrutar la droga. Cesar se comunica con los ocupantes del otro auto por su celular, no se de que hablan, pero la verdad no me importa.
Joy comienza a verse un poco enfermo, constantemente dice que quiere vomitar, finalmente se baja del auto y empieza a cantar Oaxaca, yo busco un poco de papal para que se pueda limpiar el vomito, en mis bolsillos encuentro un poco (siempre traigo un pañuelos desechables en mis bolsillos por si se necesitan), bajo del auto y se lo ofrezco, además le pregunto si necesita otra cosa, pero me dice que no, que lo deje un momento solo. Así lo hago, además aprovecho para relacionarme con un enorme árbol que se encontraba al final de la cuadra, él me ofreció cobijo y yo, la acumulación del vodka que había ingerido a lo largo de la noche.
Joy y yo subimos al coche, la charlas continúan, Joy, Cesar y Rolando me dieron una cátedra de mota y coca, mi primera experiencia con ella, bueno, no la probé, no esa noche, debí hacerlo. En fin, lo que en otro tiempo habría condenado, me habría alterado, hoy me parecía chidisimo, genial, divertido, cool. No tenia miedo, y ¿si nos agarraban?, y que, ellos siempre andan con coca y mota y no les ha pasado nada, tente al diablo, lo pude perder todo en una noche, y sin embargo me vale madre, no me remuerde la conciencia, valió la pena, lo volvería a hacer.
A insistencia de Joy le marco a Jaime, al negro al fin nos da la dirección: Callejón del Beso, ampliación La Rosita. Joy: ¿Pero es la Rosa de Gómez o Torreón, dónde estamos? Yo: ¿En donde demonios estamos Joy, en Torreón o Gómez? Joy: Pues en Torreón. Yo: Entonces creo que es Torreón Joy, no en Gómez, jajajaja. Rolando y Cesar se desternillan de risa; Cesar se comunica nuevamente por celular con los pasajeros del focus e iniciamos nuevamente la marcha. Casi diez minutos después de viaje llegamos al boulevard Revolución, a lo lejos vemos un reten policiaco, nos asusta, Rolando me consulta como si fuera un perito en ocultar droga sobre qué debíamos hacer, creo que lo hizo porque yo era el más cuerdo en ese momento, así que le digo que rodemos el reten, y Joy le dice a Cesar que se deshaga de todo, que lo pase al carro de Jorge. Después de una nueva llamada al focus, los dos autos se detienen en el oscuro estacionamiento de una mueblería, varias cuadras antes del reten.
Cesar y Rolando optan por ocultar la cronick, la coca y las cervezas en la cajuela del otro auto, asumiendo que al ser ocupado por una chica y un chico simplemente no despertarían sospechas. Nuevamente inicia la caravana, Joy le dice a Cesar –no traes nada pinche Cesar, si traes algo métetelo por el culo guey, cabron, no quiero que nos agarren– la noche avanza mientras rodeamos el reten; no ha pasado nada, hemos burlado a la autoridad.
Al fin arribamos a la Colonia donde sería el after, hay enormes filas de autos para llegar a ella; comienzo a experimentar esa expectativa, esa emoción de buscar una buena fiesta un sábado por la madrugada, esa sensación de llegar sin invitación a un lugar, un completo desconocido, un extraño en un lugar diferente, con gente desconocida, una fiesta underground, en una colonia nice de Torreón.
Después de mucho buscar encontramos estacionamiento, justo en ese momento llega el negro con su movida de una sola noche, una chica morena y flacucha, ambos bajan del athos de un amigo suyo, el cual luce por demás gracioso junto al resto de los carros carisimos estacionados a su alrededor. Nos ve e inmediatamente nos saluda, se acerca a mi y me dice –tú cotorréatela, yo traigo un negocio- o sea, desafanate pues voy a coger, jajaja, y concluye diciendo –Ok tu llégale, ahí están ellos– señalándome a Joy a los demás, tras estas palabras no lo volvería a ver el resto de la noche.
Entramos a la casa donde era el after, estaba atestada completamente de personas, había gente por doquier, casi no había espacios vacíos, de ahí que no recuerde exactamente si la casa era grande o pequeña, simplemente no se podía hacer nada adentro por lo que decidí salir al pórtico.
De pronto veo a cada uno de los Zoe: Chucho fajándose a una vieja en el hall de la casa, el Chucho porta un saco negro, jeans aparentemente nuevos y un pequeño sombrero negro. Tras salir del hall, llego a la entrada principal de la casa, ahí veo a Rodrigo, creo que estaba en un viaje, lo note perdidísimo, yo aun estaba algo ebrio, él perdido y yo borracho, ambos en sendos viajes a través de las galaxias, casi al mismo tiempo nos quedamos viendo a los ojos, nos conectamos un instante y así permanecemos no se cuanto tiempo, pero si un buen rato, por un momento siento que logra transmitirme un poco de su embeleso personal, probablemente el también conoce la cronick, esa mota roja que traen de Marruecos. Decido romper esa unión astral entre ambos, me doy la media vuelta, ya me dio hueva, él esta estampado y la verdad yo no tengo ganas de iniciar una nueva conversación sobre la mota.
Ahí esta León, ya no me impacta e idiotisa tanto como en el escenario, es como cualquier otro tipo, delgado, muy delgado y huesudito, así son los artistas, imponentes en el escenario, normales y sencillos fuera de él. No lo saludo, para que, la verdad no me nace, también anda medio perdido, en un viaje, la neta preferiría verlos nuevamente en el escenario, seguir escuchado su música con el mismo agrado y afecto, y no perder ese encanto y atracción, el cual pudo derribarse con una sola palabra o un gesto equivocado. Mejor no, mejor de lejos, así continuaran geniales ante mis ojos.
Comienzo a caminar por las laberínticas calles de aquella colonia, hay mucha gente, parece romería, a pesar de que ya casi son las cuatro y media de la madrugada; recostada en un auto veo a una vieja amiga: Laurita, luce igual que antes, delgadita, con su mirada perdida, su labios finitos y sonrientes, sus ojos grandes se iluminan al verme. Me saluda cordialmente, comenzamos a platicar, la verdad no recuerdo de qué, creo que en realidad soy yo quien habla mientras ella fuma su último cigarrillo, le pregunto si conoce la cronick.
Lo minutos avanzan, me pide que la acompañe a comprar más cigarros, acepto, después de todo no hay nada mejor que hacer. Subimos a su auto, una liberty que me parece de color verde. Conduce sin rumbo fijo, coloca un disco, comienza a sonar una rolita muy delicada: "To pretend no one can find, the fallacies of morning rose, forbidden fruit, hidden eyes, curtises that I despise in me, take a ride, take a shot now. . ." es "Sour Times" de Portishead
Ambos estamos algo tomados, yo más que ella, me dice que únicamente ingirió dos cervezas. Me siento feliz platicando con la Laurita, recordando como nos conocimos; no encontramos ningún oxxo abierto, por lo que decimos regresar mejor a nuestras casas. Vivimos en colonias casi vecinas, por lo que me propone darme un aventón. Son casi las cinco de la mañana, no se, lo que importa es que he llegado a mi casa.
El sábado aun no se acaba, tengo una hueva terrible, una gran resaca, no se por qué pero pienso en la muerte, en mi muerte, extraños son los pensamientos de un ser agotado pero feliz, casi no he dormido, ya es de noche nuevamente, y en lo único que pienso es en el olor de esa mota roja traída de Marruecos.
Ahí esta León, ya no me impacta e idiotisa tanto como en el escenario, es como cualquier otro tipo, delgado, muy delgado y huesudito, así son los artistas, imponentes en el escenario, normales y sencillos fuera de él. No lo saludo, para que, la verdad no me nace, también anda medio perdido, en un viaje, la neta preferiría verlos nuevamente en el escenario, seguir escuchado su música con el mismo agrado y afecto, y no perder ese encanto y atracción, el cual pudo derribarse con una sola palabra o un gesto equivocado. Mejor no, mejor de lejos, así continuaran geniales ante mis ojos.
Comienzo a caminar por las laberínticas calles de aquella colonia, hay mucha gente, parece romería, a pesar de que ya casi son las cuatro y media de la madrugada; recostada en un auto veo a una vieja amiga: Laurita, luce igual que antes, delgadita, con su mirada perdida, su labios finitos y sonrientes, sus ojos grandes se iluminan al verme. Me saluda cordialmente, comenzamos a platicar, la verdad no recuerdo de qué, creo que en realidad soy yo quien habla mientras ella fuma su último cigarrillo, le pregunto si conoce la cronick.
Lo minutos avanzan, me pide que la acompañe a comprar más cigarros, acepto, después de todo no hay nada mejor que hacer. Subimos a su auto, una liberty que me parece de color verde. Conduce sin rumbo fijo, coloca un disco, comienza a sonar una rolita muy delicada: "To pretend no one can find, the fallacies of morning rose, forbidden fruit, hidden eyes, curtises that I despise in me, take a ride, take a shot now. . ." es "Sour Times" de Portishead
Ambos estamos algo tomados, yo más que ella, me dice que únicamente ingirió dos cervezas. Me siento feliz platicando con la Laurita, recordando como nos conocimos; no encontramos ningún oxxo abierto, por lo que decimos regresar mejor a nuestras casas. Vivimos en colonias casi vecinas, por lo que me propone darme un aventón. Son casi las cinco de la mañana, no se, lo que importa es que he llegado a mi casa.
El sábado aun no se acaba, tengo una hueva terrible, una gran resaca, no se por qué pero pienso en la muerte, en mi muerte, extraños son los pensamientos de un ser agotado pero feliz, casi no he dormido, ya es de noche nuevamente, y en lo único que pienso es en el olor de esa mota roja traída de Marruecos.
2 comentarios:
tONTO, Me PInTaS ComO uNa aDicTa al CiGArRo, PeRO en gEneRaL eL rELato Me AgrAdo
Se te olvido contar que confundiste la cocaina con un refresco de cola, burris, jajaja
Publicar un comentario