MI PEQUEÑO CAMALEÓN DE SENEGAL

MI PEQUEÑO CAMALEÓN DE SENEGAL

Si bien no soy la persona más cariñosa y amigable del mundo, siempre me he considerado un sujeto capaz de amar todo aquello que me muestra su mejor cara, sin distinguir si se trata de objetos materiales, seres humanos o animales, animados o inanimados; cierto es que no me es muy fácil externar un te quiero de viva voz, consolar o dar un abrazo a alguien, pero si me emociono de sobremanera con la alegría de otros o me descontrolo con esos pequeños o grandes detalles que tiene la vida, pues considero que afortunadamente no he perdido del todo la capacidad de sorpresa (espero conservarla muchos años más).

Amo a mi familia, mis amigos, mi trabajo y mis músicos favoritos (obvio, son INTERPOL), amo el cine, la literatura y el buen rock; amo los días lluviosos, el pastel de limón, la vainilla y una buen martini para superar la depresión, y hasta hace tres días amaba a mi pequeño camaleón.

En mi larga historia con mascotas, jamás me imagine que me encariñaría tanto con un animalito y que podría extrañarlo en demasía, pero en verdad ocurrió; en un inicio empezó como un capricho, una mera curiosidad adquirida en mis últimas vacaciones en la playa donde conocí las iguanas; estos animales de piel verdosa y arrugada, lograron hechizarme con sus movimientos parsimoniosos y su mirada taciturna, pero sobretodo con esa aura de tranquilidad y paz que los rodea, probablemente porque esa actitud difiere por completo con mi acelerada personalidad.

Sin embargo, de inmediato deseché la idead de tener una iguana como mascota, pues el clima de la Comarca Lagunera (lugar en el que habito), no es el propicio para que esta clase de reptiles puedan desarrollar una vida adecuada, más el deseo de tener una mascota como esa continuo latente en mi mente, por lo que mis padres el ver que mi deseo se transformaba en frustración, decidieron regalarme un pequeño camaleón de Senegal, previendo que a diferencia de las iguanas, esta clase de reptiles se adaptan más fácil al clima de nuestra región por ser semidesértica.

Así fue como el pequeño “Paul”, bautizado de esta manera por mi madre a manera de burla por mi desmedida admiración a INTERPOL y a Mr. Banks, llegó a mi vida, desatando inmediatamente un enorme cariño por él. ¿Por qué lo quería? Son muchas las respuestas y ninguna es suficiente, pero probablemente sería porque me tranquilizaba, y en consecuencia me hacía feliz; para mi, bastaba verlo deambular delicadamente por entre las ramas del terrario que le construí para relajarme por completo, además me proporcionaba el extraño sentimiento de responsabilizarme por la vida de un ser más pequeño e indefenso que yo.

Pero ahora se ha ido, el pequeño “Paul” me abandono, mi pequeño camaleón ha muerto y me ha dejado sintiendome como un niño pequeño al cual le han atropellado su perro, con la diferencia de que afortunadamente a él no lo mataron, simplemente se murió. No me importa conocer la causa, pues a fin de cuentas es no me devolverá la tranquilidad perdida, me basta y sobra con saber que ya no estará cuando regrese del trabajo, ya no tendré que alimentarlo y como consecuencia de ello ya no me extasiaré viendo la sádica manera en que mataba los grillos con que le daba para comer.

Ya no lo veré más cambiar de color cuando lo ponía en la palma de mi mano, ni veré su larga cola enroscada en espiral, ya no me vera con sus pequeños ojos negros de manera nerviosa, ni me rasguñara más con sus pequeñas garritas, pues mi pequeño camaleón de Senegal se ha marchado y yo me quedado sólo, triste e indefenso, como un niño al que le han matado su perro.

A la memoria de mi pequeño “Paul”,
mi Camaleón de Senegal.